martes, 29 de octubre de 2013

Ofrenda


Muestrame como tus ojos me piden que te acepte, todo aquello de cuanto van a ser capaces de entregar y todo aquello que aún no saben son capaces de regalarme

Despacio


No tengas prisa. Quiero empaparme de ti. Fundir mi deseo con el tuyo. Sentirte mía.

Un café


Sírvelo despacio y déjame que disfrute de tus movimientos,  tus gestos y tu insinuación.  Lúcete para mi. Se esa delicada zorra que alimenta mis deseos

No temas


No tengas miedo, esas cadenas solo son hilos que irremediablemente te atam a mi

Tómame

Postrada.... En tu memte mil dudas, excepto una: quiero ser tuya

viernes, 25 de octubre de 2013

En espera


Inmóvil y casi sin respirar. Intentando encontrarme con tus oídos. En silencio te observo, te disfruto, te vivo y te deseo.

Me recreo mirándote y descubriendo tu impaciencia. Disfruto de la espera que te excita. 

Entregada y en espera

miércoles, 23 de octubre de 2013

Sentada


Sentada, esperando y sin notar otra cosa que no sean tus pensamientos. Abandonada a ellos, buscas y buscas entre ellos y no encuentras. 

El tiempo pasa y como el aire fresco, en tu cuerpo cala.
La luz del día se desvanece y tus ojos en la oscuridad se pierden.

Dame la mano. Levántate. Sígueme. Quiero ser quien te abrigue, quien desvele tus dudas pensadas, quien te guíe a esa nueva luz.


miércoles, 25 de septiembre de 2013

Tras el Cristal V

Meñiques cruzados, reconociéndose y lejos de clamarse, haciendo crecer el deseo.

Se oye la puerta y unos pasos. Un abrir de algo que parece una caja. 

Ambas notan al mismo tiempo, como alguien levanta sus vestido y de manera directa tocan sus sexos. Ardientes, húmedos y deseosos de atención.

Ambos son abandonados por quien les presta atención de la misma manera que se la prestaron.

Se oye un pequeño zumbido. Casi al instante Cocó nota como un potente huevo vibrador la penetra. Es tan potente que nota como sus pezones en punta, rozan el vestido. De durar mucho conseguirá que llegue a un orgasmo sin remedio

Sui, nota como alguien le levanta un pié y después el otro. Colocando algún tipo de correa entre sus piernas. Nota con ascienden por sus piernas y como su sexo empieza a gotear. Tan rápido que casi no puede reconocerlo, nota como es penetrada por algún tipo de dildo que sujeto por correajes, se aferra a ella.

Fuertemente apretada por las correas de su cintura, es soltada de sus manos, retirada levemente hacia atrás y movida hacia la izquierda. Tras ese instante de desconcierto y casi sin poder disfrutar del dildo, nota como alguien retira su cabello del lado de su cara y oye: 

¿No querias saber lo que se siente siendo hombre? ¿Pues ahora casi puedes hacerlo? ! Prepárate para follártela ¡ 

¡Era un arnés!. Llevaba puesto un arnés. 

Cocó nota el calor de la ya reconocida Sui en la espalda. Y sin saber cuales son sus movimientos, arde y nota como el resultado de su excitación crea un río que serpentea sus piernas.

Mientras intenta moverse para acercarse a Sui, nota como una mano cubre por completo su sexo y al tiempo que lo aprieta, parece exprimirlo, recogiendo su fruto, y humedeciendo con él su delicioso culito.

Notan como cogen su mano derecha y la dirigen al dildo del exterior del arnés. Lo rodea mientras que es empujada lentamente hacia delante. Nota una pequeña presión en contra al tiempo que oye:

Despacio, ves despacio.

Lentamente nota que la presión que ejerce hace dos efectos, el de introducirse en Cocó y el de apretar el diido que a ella le penetra. 

Cuando su mano toca la piel de Cocó, sabe que el dildo ha entrado en ella. Sin poder evitarlo, retira la mano y embiste.

Empieza entonces un baile que parece estudiado y mil veces practicado. Cocó circulea su cintura, al tiempo que Sui empuja y retira. Se mueven en armonía con el aumento de la frecuencia, provocado por el irremediable deseo que en ambas provoca la situación.

Entre tanto, Sui, nota como su dildo no solo provoca que la excite a ella, sino también a Cocó. Esa sensación de estar poseyéndola la está volviendo loca. 

Cocó con ese huevo que hace que su cuerpo vibre hasta en el extremo más distante de su cabello y notando como Sui la penetra, no puede contenerse, y entra en ese estado en el que se abandona, dejando que su cuerpo explote sin control.

Al notar como se corre Cocó, Sui deja escapar un SI de complicidad, satisfacción y deseo, seguido de un MÄS, al querer volverse sentir culpable del hecho.

Cocó se retuerce y mueve su cabeza dibujando un NO, cosa que el descontrol de Sui. Que lejos de hacerle caso, aumenta la intensidad de sus movimientos. Ha empezado a descontrolarse, a abandonarse, a dejarse llevar sin pensar en nada más que regalarle a Cocó todo eso que está consiguiendo sacar de ella misma.

Mientras el NO de Cocó, se hace más repetitivo y menos insistente, denotando que está entrando en un nuevo orgasmo, aún si cabe, más salvaje que anterior. Los gemidos de Sui anuncian lo inevitable.

Cuerpos arqueados, con movimientos espasmosos. Cuerpo de dos mujeres llenas de deseos que juntas se descubren y entregan.

Casi doblegadas sus piernas por el esfuerzo, son recogidas por la camarera. Son llevadas a una habitación adjunta, donde compartirán conmigo todo lo sentido.


martes, 17 de septiembre de 2013

Tras el cristal IV

Minutos que se hacen horas y sentidos a flor de piel.  Cada sonido amplificado por la impaciencia.  Cada olor magnificado por la espera.  

Sin poder ver y casi inmóvil, con su cuerpo tenso en espera de algo que desconoce pero que desea. Poder entregarse sin oposición. Poder dar a su amo todo cuanto pide e incluso aquello que aún no sabe que podrá entregar. 

Son cientos los pensamientos que recorren su cabeza mientras su cuerpo empieza a temblar.  No por frío sino por el deseo.


Un pequeño chirrido atrae su atención.  Es la puerta de la entrada.  Unos pasos en ese inmenso silencio y en su oscuridad,  llena el ambiente.  Vendrá a ella?. Quien será?. Por si las dudas no eran suficientes,  un teléfono móvil empieza a sonar sin que obtenga respuesta.

Desconcertada por todo lo que ocurre y no puede controlar,  Cocó está a punto de perder los nervios. 

En la mesa cual fiel can, Sui espera sus órdenes. En su mente el recuerdo de como dejó a su amada Cocó y ese escozor de no poder aprovechar ese momento para, como en otras tantas ocasiones,  disfrutar de su cuerpo y de su excitante sexo.

En un regresar al mundo aprecia como el fornido camarero no le quita la vista de encima. Le encanta sentirse deseada y tiene bien claras mis ordenes: si alguien te mira con deseo haz que se derrita. Como un resorte automático,  se le dispara en su mente esa orden, que como buena zorra, le encanta cumplir.

Empieza a abrir y cerrar con  movimiento armónico,  sus piernas por debajo de la mesa.  Eso provoca que lo corto de su vestido escale por sus piernas, dejando al descubierto la blonda del final de sus medias.

Lejos de fijarse en los movimientos del camarero, tiene en su mente la imagen en Cocó,  algo que provoca que el deseo de poseerla, excite de manera incontrolada su cuerpo.

Testigo de excepción es la extraña camarera, quien tras una puerta escondida, observa.  Con sus ojos clavados en el suave baile de Sui, nota como sus mejillas blancas, empiezan a sonrojarse, al tiempo que ese delicioso calor que produce la excitación empieza a aparecer en su entrepierna intentando recorrer todo su cuerpo.

Sui levanta la cabeza lentamente hacia atrás, está disfrutando de su exhibición lo que le provoca que cada vez hierba más su sangre. Al volverla a colora en horizontal, no puede sino expresar cierto desconcierto al ver que la camarera se dirige a ella. Descubre como ha abierto un botón más el escote. Sin lugar a duda viene a por ella. Pero... ¿Con qué intenciones?. Lejos de ponerse a la defensiva goza del espectáculo de ver como se acerca con su sorprendente y provocador contoneo.

Al llegar a ella y sin mediar palabra la coge de la mano, indicándole que la siga. Ahora si entra en desconcierto Sui, pues lejos de ir hacia donde está Cocó, va en dirección a la cocina. El camarero que no pierde detalla, esconde tras el mostrador lo que es un considerable detalle de su excitación.

Pasan tan cerca de él que Sui casi puede notar el fuego de él. Éste creer ser incitado e invitado, y al emprender el movimiento hacia ellas es reprendido por la camarera, quien con penetrante mirada lo deja clavado al instante. Con un gesto firme, tira de Sui hacia ella, quien no sabe a donde va. pero no le importa, la compañía lo merece......

Es imposible reconocer tan a ciegas, que es lo que pasa fuera. Ha entrado alguien, pero no se mueve ni gesticula. No sabe si está a su lado o simplemente ya marchó. Cocó no encuentra a sus respuestas mientras ciertos sonidos parecen acercarse. En su cabeza la pregunta ¿Por Dios, cuanto va a durar este suplicio?....

En un girar de pasillo, la camarera se detiene y da media vuelta quedando frente a Sui. Acercándose hacia ella lentamente, Sui se prepara para recibir sus labios al momento que cierra los ojos. Fatal error que aprovecha la camarera, para con mucha habilidad encintar la boca y cubrir la cabeza de Sui, quien inmóvil, reconoce que también están esposando sus manos.

Ni una sola palabra. solo un tirón de la cuerda que cierra la capucha, indicándole que ha de seguir caminando, pero ¿a dónde?

Nota como traspasa una puerta, que se cierra detrás de forma súbita. Casi a empujones es desplazada de forma lateral e inmovilizada. Sus manos son elevadas y en ese momento nota el tacto de alguien, que también parece encontrarse en su misma situación. ¿Será Cocó?. No puede saberlo, solo tiene acceso a las puntas de sus dedos.....

Están tan caliente que casi no puede mantearse erguida. Como le gustaría saber quien está con ella..........

¿Ese portazo?, ¿Qué significa ese portazo?. Cóco ha empezado a perder la cordura y casi entra en el pánico de no saber que ha de pasar. Nota como en silencio, han colocado a alguien a su lado. Inspira fuerte y un alivio recorre su cuerpo. Ha reconocido el aroma de Sui. Está junto a ella, pero ¿Porque en silencio? ¿Están también atada a ella?. Realmente resulta algo incomodo no poder cerrar las piernas.

Es pensar eso y notar como alguien mira que estén sujetas. Hecho nota una mano que empezando por su tobillo recorre su pierna hacia arriba. Muy despacio, casi con las puntas de la manos. Pero..... que extraño es su tacto, no de piel.... Sin parar esos dedos llegan hasta donde acaban sus medias y al traspasar ese limite, reconoce que quien la toca usa algún tipo de guante de tela.

No para, pero se ha desplazado hacia el exterior de la pierna. Llega a la cadera y mete dos de sus dedos en el lateral de sus braguitas y de un tirón la rompe en ese lado. Sigue recorriendo su cadera hasta el lado extremo y vuelve hacer lo propio con el otro lateral de la braguita. En ese mismo instante ésta cae y en su caída, un roce a las piernas abiertas de Cocó. Quien arquea su espalda... ¿Quién es? ¿No reconozco ese trato?. No se atreve moverse, ni a emitir ningún tipo de sonido. Ahogada en el silencio y el desconcierto, nota como su sexo al descubierto, ha empezado a humedecerse............

La curiosidad de Sui está por volverla loca. Intentando saber que pasa a su alrededor. Es despertada de su búsqueda al notar que alguien levanta su falda y de manera brusca es arrancada su braguita.  Ahogada en el silencio y el desconcierto, nota como su sexo al descubierto, ha empezado a humedecerse............


domingo, 1 de septiembre de 2013

Tras el Cristal III

Algo parece distinto en ella, pero Cocó no se da cuenta de ello hasta que al acercarse le comenta: Como en todo, siempre hay jerarquías y tu eres la hermana mayor. Te sirvo a ti primero y te entrego lo que para ti me dieron


Extiende su brazo y le hace entrega de una pequeña caja cuadrada decorada, pero sin cerrar. Mientras le sirve el café y se inclina, se da cuenta del cambio. Ha desabrochado un botón del escote de su blanca camisa del uniforme, dejando entrever la puntilla de un fino y delicado sujetador blanco.


Cocó está mas preocupada por la caja que por la camarera, no así Sui que ha quedado prendada de ella y sus pechos. Sabiéndose observada al servir a Sui, se inclina en exceso y expresamente tira al suelo la cucharilla.

Sui hace la intención de recogerla mientras ella le avisa con un leve gesto de la mano. Se agacha delicadamente. Flexionando sus piernas por completo, y dirigiendo la dirección de sus rodillas hacia Sui, quien no deja de mirarla. Al llegar abajo, apoya una rodilla en el suelo y inclina la otra hacia arriba y el exterior. Esto hace que su entrepierna quede a la vista para Sui.

Sui ha aprendido a contenerse, ha tenido la inestimable ayuda de Cocó, de lo contrario se hubiese lanzado sobre ella.

Mientras la camarera se incorpora, pide disculpas por su torpeza. A lo que Sui le contesta:  Como me encantaría que fueses torpe conmigo


Sin parecer que se lo piensa ella le contesta: Nunca se sabe, lo que si es cierto es que hoy todo está ya previsto.



Cocó ha reparado en esa respuesta y casi la confirma con un movimiento reflejo de su cabeza. Ahora no le cabe duda que en la velada de hoy hay más invitados de los que ellas pensaban.


Como no ha recibido orden alguna y pese a que la caja no parece cerrada, no hace por abrirla. Sabe que ha de esperar el momento a que se le diga que ha de hacerlo. Nadie como ella para controlar todas las situaciones. Cosa que quiero para hoy, no sea así

A la espera pues de como actuar, reclama la atención de Sui, cogiendo un hielo entre sus dedos y colocándoselo en el escote. Con un leve movimiento de sorpresa Sui vuelve de su momentáneo estado de éxtasis. Coge la mano de Cocó que sostiene aun el hielo en su escote, y la aprieta contra si, al tiempo que la hace descender. Está tan caliente que el hielo se funde rápidamente mojando todo el escote de Sui, quien encorvando la espalda hacia atrás demuestra el agrado del gesto.

Cocó al tener más cerca el oído de Sui a su cara, le susurra: ¿Estas muy caliente pequeña zorra?

Sui, con la respiración entrecortada asiente con la cabeza sin dejar de mirarle a los ojos. Esto hace que Cocó no se de cuenta de que la mano de Sui se haga con otro de los hielos y de forma escurridiza, Sui abra las piernas de Cocó y le coloque el hielo justo frente a su clítoris. Eso provoca que se le escape un quejido a Cocó y que Sui por instinto selle su boca con un beso.

De toda esta actución han sido espectadores de primera fila, el y la camarera. Al darse cuenta de ello Cocó se sonroja e intenta sacar la mano de Sui de entre sus piernas. Sui no se lo permite y Cocó empieza a notar la quemazón del hielo, el agua fria mojando sus piernas y a Sui cachonda como una perra.

Es momento de actuar para lo cual envío un mensaje al movil de Cocó. Enseguida ambas saben que soy yo y dejan sus juegos para leerlo: Cocó coge la caja y ves al baño. Entra en el que dispone de puerta individual y arco de acero en el suelo para agarrarse. No pongas el pestillo a la puerta. Hay tres juegos de esposas en la caja. Pon un juego en cada tobillo y átala a las patas del arco de acero, eso hará que tus piernas queden separadas. Enfrente tuyo queda un colgador, engancha la anilla central de las esposas, ponte la capucha y seguidamente te inclinas hacia delante y te pones las esposas del colgador. Sui ayuda a colocar a Cocó y vuelve a la mesa con la caja y lo que aún queda en ella y el teléfono. Cuando estés sentada en la mesa me avisas.

Ambas se levantan de inmediato y se dirigen al baño para cumplir mis instrucciones. Seguidas al detalle han dejado a Cocó, atada de piernas y abiertas estas, a las patas de un arco de ayuda .Inclinada hacia delante, y con las mamos esposadas en un colgador que se encuentra por encima de su cabeza, con ésta cubierta por una capucha.

Mientras tanto Sui, concentrada, excitada de ver a Cocó en esa posición y no poder aprovecharla, ha vuelto a la mesa cosa que me ha comunicado.

Cocó, a oscuras y en silencio, espera lo que pueda pasar.......

Tras el Cristal II

Se le ha hecho eterna la espera al camarero. Y es que tanto Cocó como Sui, alargaron al máximo la degustación del segundo plato, diferente para ambas con lo que les dio pie a intercambiar sabores y cubiertos, haciendo que cada uno de ellos fuese un espectáculo de erotismo para todos los que las presenciamos.

Llega el momento tan deseado por el camarero, quien se aproxima arduo a retirar platos y cubiertos. Todo y que a muy pesar suyo no puede entretenerse en el ritual de la solicitud de los postres, pues los mismos ya fueron escogidos por mi. Seis fresas frescas para Cocó y una Mouse fría de chocolate para Sui.

Es momento de servirlos y por casualidad el camarero confunde el plato de ellas. Cocó extiende su mano sobre la mesa para impedir que le sirviese el mouse, mientras levanta la cabeza suave y lentamente hacia él. Cuando sus miradas se cruzan, le dice: Nosotras hemos de obedecer las órdenes tal y como se nos dan, pero conociendo a nuestro amo, se que las fresas son para mi.

Desconcertado el camarero no sabe que hacer, gira su cabeza y cruza su mirada con el Maitre, quien de inmediato le corrige con un gesto de los ojos. Porque efectivamente él tampoco ha perdido detalle de la comida de ellas, y no solo porque sea su desempeño. Ellas han logrado ser el centro de atención de casi todo el mundo en la sala.

Servidas no ha hecho falta ordenar nada. Ellas saben muy bien como me gusta coman esos postres para mi. Cocó coge una fresa, muerde la punta para comprobar que es dulce y seguidamente la sumerge en el mousse. A continuación se la ofrece a Sui, quien abre la boca, coloca sus labios sobre la mitad de la fresa chocolateada para acabar mordiéndola. Mientras la saborea, Cocó lleva el resto de la fresa a su boca.

Este simple acto, es llevado al sumun por el fijo mirar que entre ellas se cruzan. Ajenas a lo que pasa a su alrededor, disfrutan de ese postre tal y como otras veces lo han hecho frente a mi. Con un ritual que ya es preludio de una serie de acto que se producirán a continuación, y de los que nunca son sabedoras con antelación.

Es la última de las fresas cuando se acerca una camarera. Ellas no se percataron de su presencia mientras se acercaba. De unos labios pintados con un rojo explosivo se susurran las palabras: El café se os permite que lo escojáis 

Sui no ha podido resistir la tentación de esa voz y se ha mirado a la camarera de arriba a abajo, con tal descaro que hubiese hecho enrojocer a cualquiera. Ella sin embargo ni siquiera ha inmutado su leve sonrisa. Cocó la mira después, más discretamente pero sin perder detalle, y uno de esos detalles es un pequeño aniño con un trisquel

De inmediato se dilatan sus pupilas, y en su mente se llena de preguntas : ¿Ama o sumisa?, ¿Sabrá que nosotras somo sumisas?.Seguro que si. ¿La ha enviado nuestro AMO o es simple casualidad?. No puede ser casualidad él siempre lo tiene todo en cuenta.

Inmersa en buscar respuestas a sus preguntas no se da cuenta del flirteo casi descarado que hace Sui son la camarera, que casi se la come con los ojos. Ésta casi inmóvil, pregunta: ¿Ya saben que van a querer?

La pregunta hace que Cocó reaccione y le conteste: Dos con mucho y frío hielo, estamos muy acaloradas

Lejos de quedar fuera de lugar por la pregunta, la camarera le contesta: No es para menos. No se como podéis resistirlo

Sui se adelanta a la contestación de Cocó y replica: Somos muy obedientes y estamos esperando a que nos digan que tenemos que hacer.

Una sonrisa de complicidad se dibuja en la cara de la camarera al tiempo que contesta: Seguramente lo que os traiga con el café os digas que tenéis que hacer.

Tanto Cocó como Sui quedan algo perplejas por la respuesta de la camarera que se retira de la mesa dejando un pequeño guiño a los ojos de Sui.

Cocó no deja de preguntarse y confirmarse que todo aquello está previsto y que papel juegan el camarero y ella en todo lo que su AMO ha predispuesto para ellas........

Solo seis minutos y Cocó descubre el llegar de la camarera quien no le quita los ojos mientras se acerca........

viernes, 23 de agosto de 2013

Tras el cristal I



Sentir ese poder de pedir y recibir. De mandar y ser obedecido. Obtener la recompensa de compartir el goce de esos actos compartidos........

Hacia días que rondaba por mi cabeza, hasta donde podrían llegar juntas sin estar yo muy presente. Al final reservé una mesa en un conocido restaurante. Para la ocasión y como suele ser mi gusto, les pedí que se vistiesen para conseguir estremecerme con solo mirarlas.

Las nueve era la hora acordada y a la que se reservó la mesa. Como indiqué al hacer mi reserva, solicité que ésta estuviese junto al gran ventanal. Que fuese pequeña y que las dos sillas estuviesen colocadas casi juntas.

Siempre suelen retrasarse, pero la espera bien valió la pena. Al entrar y preguntar por la reserva, las acompañaron y acomodaron adecuadamente en el lugar que acordé.

No parecían estar tan nerviosas como viene siendo habitual. No se si por el tiempo que ya se conocen o por mi ausencia.

Una más al lado que frente a la otra, se cruzaban miradas y se preguntaban cual era la razón de ese encuentro sin mi. Esa inquietud les hacia que con cierta insistencia buscasen por el restaurante, quizás esperando mi llegada. La cual no estaba prevista.

Con el aperitivo, un primer roce de manos, de una manera discreta, sin más intención aparente para los demás, que la del saludo de dos amigas. Yo sabía que era algo más. Un reconocer, un apreciar, un desear, un estremecer, un recordar, un preguntar......

El sol que desde el ventanal entra, se mezcla con la luz tenue del local, haciendo que ambas parezcan dos hadas en un maravilloso bosque. Les sirven el primer plato y al tiempo, el camarero que no ha dejado de fijarse en ellas, les rellena las copas de vino.

Me encanta ver como cierran los ojos en ese preciso instante que ese negro caldo toca su paladar. Como se deleitan y me gusta intentar averiguar que pasa en ese momento por su pensamiento. Esos entrantes escogidos con detalle junto al vino seleccionado, parece que son de su agrado, pues son pocas las palabras que entre ellas se cruzan. No así sus miradas entre pícaras, expectantes; a la espera de que algo ocurra.....

No estoy por la labor de ser visto, prefiero observarlas con detalle desde mi privilegiada situación al otro lado de la calle. El camarero, un apuesto moreno, no deja de prestarles atención con un interés algo superior al del propio servicio. Puedo notar como despiertan en él del deseo haciendo que sus ojos se cristalicen más de lo habitual.

Sin darme cuenta, y seguramente por el efecto desinhibidor del vino, sus roces y caricias son algo menos discretas. Bajo la mesa, Sui siempre más descarada, se ha descalzado y roza la delicada y suave piel de las piernas de Cocó. Y su camarero siguen sin perder detalle, se asombra de éste gesto y lejos de cohibirle, noto como su interés por ella se acrecienta...


Retirado el primer plato y a esperas del segundo, inmersas en su mundo, no separan la mirada de complicidad entre ellas y han dejado por completo la noción de todo lo que pasa a su alrededor. Es momento de mi intervención, para lo que utilizo un mensaje a través del móvil: Quiero que ese camarero que no os quita la vista de encima, se ponga muy nervioso.

Cocó es especial cuando se trata de cumplir mis ordenes, no se si le excita más recibirlas que cumplirlas, pero es algo que la hacer ponerse tremendamente inquieta. Veo como lo comenta con Sui, que abre tanto sus ojos que vuelven a llamar la atención del camarero, que empieza a notar que es el blanco de sus atenciones.

Al servirles el segundo plato, y de manera sutil y sugerente, Cocó más descarada de lo habitual se reclina hacia él, hasta rozarlo con su hombro. El aguanta estóicamente hasta el momento en que Sui se inclina hacia delante y le deja visible la totalidad de su escote y pare de uno de sus pecho. Casi puedo notar como aumenta de manera descontrolada el palpito del corazón de él.

No lo he notado yo solo. También Cocó lo ha notado lo que hace que su instinto de deseo se dispare y mientras el camarero se marcha gira su silla hacia Sui y la besa en un hombro. Alargándolo lo suficiente, hasta que el hecho es evidente para todo el que se encuentra en el restaurante, y como no para el apuesto camarero....





jueves, 18 de julio de 2013

Un cafe III

No paró mi cabeza de planear mil situaciones durante el fin de semana. Mil preguntas sin respuestas bombardearon mi mente. Las no respuestas eran taladros que me impidieron vivir esos dos días de otra manera que no fuese más que en un mar de dudas sin resolver, envuelto en una densa nube de impaciencia.

Era lunes y decidí llegar a mi hora habitual para así poder volver a observar cada uno de sus movimientos y si cambiaría alguno. Todo y que yo no había planeado nada especial, no se porqué esperaba algo diferente.

Al llegar, el local estaba, como siempre a esa hora, casi vacío. Mi habitual mesa y la suya, también. Que lástima, pues aunque hasta ahora me gustaba el sitio donde se sentaba, ahora quería tenerla más cerca. Se me pasó por la cabeza sentarme en ella, pero creí sería un paso demasiado invasivo de momento. Si así fuese ya llegaría el momento de invadir su espacio.

Es cierto que me coloqué algo más al exterior. Quería dejar claro que la esperaba y que me viese nada más entrar, por lejos de la entrada que queda mi mesa. Así fue. Tan pronto se abrió la puerta, con su caminar firme, y sin bajar la vista, no tuvo que buscar mucho para encontrarme. Un saludo tímido al camarero y sorpresa, un guiño hacia mi. ¿Que extraño?. Siempre pareció mantenerse al margen. ¿Era la respuesta a mi descarada nueva posición?. No. La respuesta vino después al tomar asiento, cuando en vez de quedar casi de espaldas a mi, como es habitual, gira su silla y se queda casi en frente.

Tan pronto se sienta retira su rubia melenita, pero como siempre sin aclarar su cara del flequillo. En el que se esconde y entre el que mira a su alrededor. Aun así, no le sirve para que me de cuenta de que me mira discretamente, mientras yo no se donde mirar.

Una vez todo en su sitio,  me doy cuenta que dejas caer un papel al suelo. Mientras te agachas a recogerlo me miras de reojo pero sin esconderte.  Yo clavo mi mirada en ti, esperando a tus movimientos.  Mi sorpresa llega cuando, al incorporarte, deslizas tu falda hacia arriba,  haciéndome ver el final de tus medias.

Por suerte el local está prácticamente vacío y nadie ha podido ver mi cara de asombro y ese detalle de descaro en alguien aparentemente introvertida y tímida.  No dejas de sorprenderme.

Es el momento de tomar cartas en el asunto y ver qué y quien eres....

Me levanto de mi mesa con la firme decisión de acercarme a ti y sentirte más cerca. Quiero confirmar que lo que vi no es una ilusión mía. Me acerco a tu lado y pongo la excusa de necesitar un bolígrafo para acercarme. Me contestas con un: Pos supuesto!. 

Te giras levemente hacia la parte opuesta a la mía, donde tienes el bolso en una silla. Al girarte extiendes tu pierna opuesta hasta encontrar las mías. Al hacerlo, noto como con cierta presión las rozas, mientras te entretienes con tus manos sumergidas en el bolso.

TU: Por fin! Ya sabes como son los bolsos de las mujeres

YO: Ha valido la pena esperar

TU: Si que te conformas con tan poco

YO: Poco para quien no sepa apreciar los pequeños detalles.

Entre pregunta y respuestas, nuestros ojos uno fijos en los otros. Intensos y sin perder detalle a su expresión.

TU: Deja que pruebe si funciona, ya sabes que siempre que los necesitas no funciona.

Como era de prever, no funcionaba.

TU: probemos con un poco de calorcito.

Lentamente acercas la punta hacia tu boca. Te mojas los labios y entreabriéndolos, exhalas un pequeño soplo hacia la punta.

Mi sorpresa, que estaba inmerso en la deliciosa vista de tu boca, fue al notar como volvía a rozar con tu pierna las mías. Con un leve movimiento de caricia, que me indicaba que el acto de tus labios era una simple distracción para lo que realmente querías decirme.

Volviendo a probar y esta vez funcionando

TU: Ves! con el calor adecuado todo funciona.

YO: Ya veo que eso de dar calor se te da muy bien

TU: Se hace lo que se puede

Vuelvo a fijar la mirada en ti, al tiempo que me ofreces el bolígrafo. Al cogerlo extiendo más de lo necesario mi mano, para llegar a tocar la tuya. Al hacerlo, no la retiro enseguida. Quiero notar ese calor de ti.

Recojo y te doy las gracias.

YO: Es solo un momento. Ahora mismo te lo devuelvo.

TU: Todo ha de hacerse con el tiempo preciso. No tengas prisa.

Me giro lentamente y me dirijo a mi mesa. Casi puedo notar que sigues mirándome durante el tiempo que dura mi trayecto. Sin incomodarme no acelero mi paso, casi al contrario, mi caminar es más lento de lo habitual.

Me siento al tiempo que te miro y veo tus ojos tras tu flequillo, clavados en mi. Hago garabatos en un papel que justifiquen la petición que te hice. No me he dado cuenta y es la hora en la que sueles marchar. Creo que has leído mi mente, pues has mirado el reloj y en uno de esos actos casi reflejos, te has puesto a recogerlo todo.

No puedo dejar de mirarte. Tu lo sabes. Al salir de la silla para levantarte, abres descaradamente las piernas, y casi puedo llegar a ver tu ropa interior. Intencionadamente alargas el gesto, con la excusa de mirar si lo llevas todo. Incluso abres el bolso y remueves dentro de él.

Para mi desespero acabas levantándote, colocas tu abrigo, Pero en vez de marchar, te acercas a mi.

TU: No te preocupes. Ya me lo devuelves mañana.

YO: Gracias por todo. Ha sido un placer

Mientras te giras para marcharte

TU: me encanta que te gustase lo que has visto. A mi verte marchar y tu caminar me encandiló

Era cierto y no imaginaciones mías. Se había mostrado para mi, reclamando mi atención y fijado en mis movimientos. 

¿Y mañana?........

jueves, 4 de julio de 2013

Un Café II


Espero impaciente tu llegada, medio escondido esperando verte llegar y poder actuar antes de que empieces tu ritual diario. Esa espera se eterniza al tiempo que todo lo que ocurre a mi alrededor parece detenerse.

Por fin y casi sin darme cuenta llegas. Entras y aprovecho ese instante para acceder yo también al local. Me cruzo contigo justo en el momento que empiezas a desabrigarte, momento que aprovecho para desear, de forma general pero indirectamente solo a ti, un generoso buen día.

Cual fue mi sorpresa cuando vi girar tu rostro, y con una mirada fija en mi, vi dibujada una sonrisa en tu cara totalmente desconocida para mi.No podía ser mayor mi gozo. El premio de esa sonrisa me acompañaría el resto del día atontándome en cada uno de mis actos.

No podía volver a repetir el mismo hecho de retrasarme de manera intencionada. Si bien no me importaba que supieses mi interés por mi, no quería mostrarme como alguien incisivo hacia ti. Los tres días siguientes, si  apenas conseguí de ti leves destellos o creí ver como prestabas cierta atención.

El viernes no había empezado bien. El ir a dormir tarde, no solo pesaba en mi retraso sino también en mi estado de ánimo que estaba lejos de ser el ideal para afrontar un largo último día de semana.

Cuando llegué a la cafetería, tu ya estabas en tu habitual lugar, pero mi rincón había sido ocupado por un extraño. No podía ser de otra manera para un día que empezó con retraso

Solo una mesa libre y justamente la que nunca elegiría. Casi en la entrada., de espaldas a ésta y frente a todo el local y para rematar justo delante de ti, sin poder esconderme, sin poder observarte como a mi me gusta, relaja, emociona y hace que mi día empiece como me gusta.

Tienes esa particularidad de hacer que un gesto tuyo cambie mi percepción del día. Y el gesto de hoy vino acompañado de tus palabras: Llegas con retraso y encima no podrás observarme como te gusta.

¿Como podía ser? ¿Lo sabia?. En mi ceguera por observarla nunca percibí que ella se daba cuenta. ¿como había sido tan descuidado? ¿que podía contestarle? ¿una disculpa? ¿una sonrisa?. No se como pero esta vez mis nervios no me jugaron una mala pasada y en vez de asentir avergonzado, me salió un: Lo se, pero hoy tengo el regalo de tu atención y de tus palabras.

Habia quedado como un rey y me sentía orgulloso de haber podido responder en ve de callar. Esta sensación de tranquilidad duró un solo instante, hasta el justo momento que ella me respondió: Mi atención siempre la tienes, mis palabras es porque no las escuchas.

¿Que quería decirme? ¿Donde me había perdido? ¿Me había hablado alguna vez y no la escuche? ¿Se fijaba en mí como yo en ella y yo exhorto, no me había fijado?. Ahora si estaba desmontado, sin saber que decir y esperando algo que no sabia que era. Y lo que llegaron fueron unas nuevas palabras suyas: Me alagas con tu atención sobre mi y saber que siempre me observas. Por Dios, ahora si estaba descolocado y sin saber que hacer. Toda mi complejo entramado para saber de ti, se había ido al traste y de ser un observador había pasado a ser un observado.

Armandome del valor suficiente para que mi voz no temblase, contesté: Es un placer observarte y ver como realizas de manera tan metódica cada uno de tus movimientos. Casi sin dejarme saborear la amplitud me mi contestación, ella respondió: El que puedan llegar a variar puede depender de ti.

Creí notar como el techo se caía sin remedio sobre mi, intentando aplastarme ante tal respuesta, pero una vez más y sin saber como pronuncié: Me encantará intentar que cambien.

Sabía que, viendo tus respuestas hasta ahora, volvías a responderme, seguramente mis argumentos se hubiesen desmoronados. Pero no fue esa tu reacción. En un agradable silencio, una sonrisa pícara tuya, un inclinar de cabeza y un consentimiento en tus ojos.

Los minutos siguientes fueron tensos, no sabia que hacer o que decir. Era el momento de tu marcha y no quería que te fueses tan solo con un adiós. Mientras formulaba en mi cabeza como despedirme de ti, la tuya me dejó en silencio: Espero que lo intentes y lo consigas. De ti depende. Nos vemos el lunes.......

Otro fin de semana de espera. Pero esta vez iba a ser eterno y lleno de impaciencia....

miércoles, 26 de junio de 2013

Un café

Son ya los días más claros y el calor y sol empiezan a acariciar mi despertar. Como reloj suizo todos los días ocupo mi mesa del rincón.  Me aparta de todos pero me deja ver y  anticiparme a todo el que entra. 

Lugar perfecto para la observación.  Desde ese caballero que a prisas toma su café y recoge el bocadillo que después comerá,  hasta tú que cada día haces el mismo ritual.

Entras con una duda,  mitas a ambos lados y sonríes cuando descubre que tu rinconcito está libre. Colocas tu bolso con cuidado, te desprendes de tu ropa de abrigo, retiras la silla y te sientas despacio, sin hacer casi ruido. 

El camarero, sin preguntar, te sirve tu desayuno, un café con leche y un pequeño bocadillo. Casi sin levantar cabeza abres el portátil y ojeas los titulares mientras mordisqueas.

Nunca levantas la cabeza más que para coger el café. Algo que me permite observar detalladamente tu ritualidad. Siempre tan metódica,  siempre tan exacta. Sin dejar nada al azar. 

Sueles ser mi centro de atención Hasta el momento que, tomado el último sorbo, te levantas, recoges, pagas y marchas, con armonía, con un leve hasta mañana y sin mirar atrás. 

Como una secuencia escrita y definida tus movimientos son exactos día tras día, y yo mientras busco ese en el que repares en mi presencia.

Hoy me retrasé y tu ya habías llegado. Sentada en tu mesa con la cabeza sobre el periódico. Sabía que mi llegar, como el de otra tanta gente, no te sacaría de tu mundo. Al pasar junto a ti,  y para mi sorpresa,  mi buenos días hizo que por un instante despegases tu mirada del aburrido papel y girases tu mirada tímidamente hacia mi, asintiendo con la mirada. Inapreciable para todos, pero no para mi que esperaba un solo gesto y por fin había llegado.

No podía ser, después de tanto tiempo, solo unos buenos días habían conseguido lo que tanto esperaba. Una respuesta en ti para que supieses que estaba allí.

En un instante, en un segundo todo era diferente,  ya no era ese desconocido para ti. Te habías fijado en mi. A partir de ahí ya nada seria igual o al menos eso era lo que yo esperaba.

El resto del desayuno pasó sin mas transcendencia que la si ver si el volver a fijarte en mi se repetiría.

No fue así y como reloj suizo repetiste aquellos , movimientos que tan conocidos eran para mi. Por medio un fin de semana que se me haría eterno esperando ese lunes al que le planee un nuevo retraso.




martes, 11 de junio de 2013

De paseo con mis Zorras V

Decido que era el momento de saber hasta donde estaba dispuesta llegar nuestra pareja invitada. Me levanto al tiempo que noto como Cocó,  percatada del hecho,  sonríe esperando mi llegada. El trayecto hasta ellos se me hace eterno. Más aún cuando veo como Cocó tiene entre sus piernas las mano incisiva de la invitada, quien lejos de amedrentarse, parece tomar cartas en el asunto y no ser una mera espectadora.

Estoy cerca de ellos y casi puedo notar el intenso y excitante momento que se está viviendo.  Sui sigue poseída por la mirada de él. Con una mano de la invitada apretando su pecho. Su mano atada a Coco quemándose con el fuego de la invitada. Cocó sujetando la mano de la invitada en el pecho de Sui y con la otra atada a Sui, se humedece con el fuego del deseo de la invitada, quien no sabe donde prestar más atención,  si a la mano que sujeta el pecho de Sui, las manos de mis zorras que se adueñaron de su caliente y húmedo coño, o de la mano que tiene colocada en el ardiente coño de Cocó.

Todos intentando disimular moviéndose al mal ritmo de una música poco adecuada, pero que hace que los asistentes estén más por lo que pasa a su alrededor que por el baile.

Llego a ellos y hago un gesto de saludo y consentimiento hacia el invitado, quien responde con otro similar y sin mediar palabra. Paso mis manos por la cintura de mis Zorras. Noto como Cocó, que ya me esperaba, se estremece. Sui casi no ha notado mi presencia absorta por la situación. Subiendo mi mano izquierda desde detrás de la espalda llego a su pecho izquierdo y pellizco con fuerza su pezón. Ahora me ha reconocido la muy puta. Lejos de retirarse goza con el dolor, gira levemente su cabeza hacia Cocó y le muerde el hombro.

Noto como cocó tiene apretados los muslos en muestra del placer que está recibiendo de la mano de la invitada. Bajo mi mano por la espalda y compruebo como con habilidad, está jugando con Cocó, demostrándomelo al haberse mojado mi mano al mismo instante de llegar.

Me fijo en la mirada de sorpresa de la invitada, quien ha clavado su mirada en mí. Retirando mi mano de Cocó, coloco mis dedos mojados en su boca, al tiempo que le inclino la cabeza.

La situación está casi fuera de control. mis Zorras y la invitada están casi entregadas entre ellas, de tal manera que no se han dado cuenta que estamos a la vista de todos. Este hecho hace que acercándome al invitado le diga: ¿No crees que es el momento de hacer que estas Zorras pasen un buen rato y nos lo hagan pasar a nosotros?. Una respuesta firme, seca y de tono grave, me confirma por parte del invitado que está todo dispuesto para poder disfrutar de ellas.

Recojo la cadena que atan las manos de mis Zorras, no sin cierta fuerza y con el desespero de la invitada que disfrutaba de sus caricias. El invitado hace lo propio con su pareja. Les indico que pasen delante y nos lleven a la estancia que crea conveniente.

El invitado pasa delante cogiendo por la mano a su acompañante. Yo hago que mis Zorras pasen delante de mi sin dejar de controlar la cadena que las une. Mientras subimos las escaleras al hacer el giro, la invitada de detiene, se gira e inclina hacia mis Zorras, poniendo al descubierto sus voluptuosos pechos. Sui no se lo piensa y mete su cara entre ellos e invita a Cocó a que haga lo propio. 

Aprovecho que se inclinan para propinar un fuerte azote a cada una de ellas, al tiempo que les digo: Como me encanta que seáis tan putas. No sabéis lo orgulloso que estoy de vosotras. Su reacción es aun si cabe más expresiva con mis palabras que con mi azote. Algo que aún me gusta más.

El invitado reclama a su pareja para continuar el trayecto hasta la sala escogida. Al llegar a la entrada se cerciora de que está vacía y será de momento solo para nosotros, pues no está permitido negar el acceso a nadie.

Tan pronto entra y se acerca al gran sofá, acompaña empujando a su pareja. La deja tumbada hacia arriba, prácticamente le arranca las bragas y le abre las piernas, dejando al aire un sonrosado y húmedo coño. Me mira y me lo ofrece. 

Mi gesto lo deja algo descolocado, pues en vez de disponer del coño de su acompañante, dirijo mi mirada a mis Zorras y les ordeno: Quiero que los gritos de placer de esa Zorra me dejen sordo. Portaros tan mal como sabéis y volverme a sorprender.

Tanto Cocó como Sui, sabían lo que quería. Y como perras de presa se inclinaron hacia la invitada. Una por cada pierna, alternando caricias hacia ella con caricias entre ellas. Cocó dominante la inmoviliza, al tiempo que con Sui se la comen. 

El invitado atónito por mi decisión se ha quedado inmóvil. Ahora soy yo quien le invita a que pruebe a mis Zorras. Me mira más sorprendido aún y mira los culos de mis Zorras sin saber por cual decidirse. El incesante contoneo de Cocó hace que se decida por ella.

Cocó se sorprende pues no reconoce esa boca en su coño. Él la coge fuertemente por las piernas mientras la empuja contra él. Esto hace que Cocó descuide el trabajo sobre la invitada, lo que aprovecha Sui para quedarse a las puertas del coño de la invitada. 

Ese instante de duda lo rompo con un sonoro y fuerte azote en el culo en pompa de Sui. me encanta ver como goza de mis azotes. Sin más Sui hace suyo el coño de la invitada que empieza a gemir de manera continuada y cada vez más alto. Esto hace que Cocó se deje ir y como viene siendo habitual busque el cuerpo de Sui, mordisqueando sus pezones erectos al tiempo que con su mano busca pellizcar su clítoris.

Ante los gemidos de todas, el invitado decide cambiar de coño y tomar el de Sui. Quien sin rechistar la recibe. Está tan caliente que difícilmente puede negarse a nada. Momento que aprovecho para tomar por detrás a Cocó que al notar como la penetro empieza a correrse, pidiéndome que no pare y que empuje fuerte. 

La excitación de Cocó hace que Sui enloquezca y lo exprese en la invitada, quien hace ya tiempo está gimiendo como una posesa, a tal volumen que está llamando la atención de otros asistentes que pasan por la puerta de la sala en la que nos encontramos.



viernes, 31 de mayo de 2013

De paseo con mis Zorras IV

El lugar y sobretodo la compañía,  hacia que todo fuese un sueño hecho realidad.  Esas dos magnificas zorras a mi lado dispuestas todo lo que se le antojase y mi mente cada vez más perversa. Con ganas de experimentar y hacer que mis zorras viviesen un día y una experiencia inolvidable. 

Tan pronto observe que empezábamos a el centro de atención, creí oportuno poner a prueba a Sui y saber hasta donde era capaz de obedecer. Sabiendo de ante mano que cuanto más le exiges más zorra se pone, mire por la sala buscándole una presa que conseguir. Me costó un poco encontrar a una pareja que me pareciese pudiese entrar en el juego, tratando de no molestar a nadie.  

En la otra punta de la sala, hay unos sillones blancos y bajos.  En ellos una pareja.  Él de unos 35, de tez blanca, pelo oscuro y ojos claros.  Fornido vestido muy al día.  Sin ningún detalle que le hiciese destacar a no ser por su tranquila pose. Se notaba que era un habitual.  Ella era extremadamente joven.  Sobre unos 23. De mediana estatura, pelirroja y voluptuosos pechos.  No se encontraba tan cómoda como el.  Seguramente no sería su primera vez pero no parecía acostumbrada a la situación.  

Me acerqué al oído de Sui y susurrando le dije,: estaría bien comerse un coñito rojo. Como una verdadera depredadora buscaba con su mirada de deseo descontrolado, esa pieza a cazar que yo le indicaba.  Una vez vista, se giró a mi sonriendo pícaramente. Esa era una manera de saber que él le atraía.

Sin vacilar levantó si mano lo suficiente como para que todo el mundo supiese que estaba atada, esperando a que yo la librase para lanzarse a la caza. Cocó que había estado muy atenta a todo pero no pudo oir mis palabras, no lograba saber de mis intenciones. La sorpresa de Sui fue al indicarle que no iría sola, Cocó la acompañaría. Creí notar un apretar de piernas en Sui, la muy zorra se había excitado con la idea.

Sin bajar la mano,  Sui recorre con su mano libre, la longitud de la cadena que la une a Cocó hasta llegar a la pulsera represora. Consigue con ello demostrar que se siente orgullosa de estar atada a las ordenes de su Amo. Suelta la cadena para con su mano atada, coger la de Cocó. Apretándola fuerte le indica que la acompañe. Cocó sabe que algo tramamos y se deja llevar. 

Mientras recorren la sala, cogidas de las manos atadas como pareja de deseo, con la cadena que las une casi rozando el suelo, son observadas por todos, pero sobretodo por mi. Que orgulloso me siento de ellas. Con un contoneo en perfecta armonía y de precisa coreografía,  se dirigen a la zona de los sillones en busca de la pareja que le indiqué a Sui.

Son perseguidas por las miradas de casi todos los asistentes. En muchos se adivina una mirada de sorpresa.  En otros el deseo de poder poseérlas.

Ellas siguen su camino en una línea recta perfectamente definida,  lo que alerta a Él de que pueden ser la razón y destino del paso controlado de ellas.

Cuando apenas faltan tres metros para llegar, Él se levanta y hace que ella haga lo propio.  En ese momento se pasa por mi cabeza la idea de que quieran marcharse. Pero mis zorras no modifican su ritmo provocador hacia ellos.

Me equivoqué.  Lejos de irse,  esperan la llegada de ellas. Se paran tan próximos a ellos que casi pueden rozarse.  No están frente unos a otros.  Cuidadosamente mis zorras se han desviado sutilmente hacia Ella que algo abrumada por la situación intenta distraer su nerviosismo tocando su roja melena.

Cocó toma la mano nerviosa de Ella y con la sensualidad que le caracteriza, la coloca sobre el pecho de Sui, quien arquea ligeramente su espalda hacia atrás en señal de agradecimiento y placer.  La Invitada, para mi sorpresa,  lejos de retirar su mano,  presiona ligeramente el pecho de Sui al tiempo que con la otra mano,  busca la espalda de Cocó.

Entreveo una mirada de Él, buscando la mía para conocer mis intenciones. Al cruzarse hago un asentimiento de reconocimiento con mi cabeza. Veo una sonrisa de satisfacción dibujada en su cara, al tiempo que cogiendo la cara de Sui por su barbilla, la gira para mirarla directamente. Noto como Sui se eriza, al tiempo que Cocó, con su insaciable curiosidad, también gira su mirada hacia Él. 

La invitada, busca el provocador de la situación al tiempo que Cocó, con dos dedos de la mano derecha hace girar su clara tez hacia ella. No quiere que me encuentre. Planea su propio entramado en este juego de deseo y sorpresas. Mirándola a los ojos, parece decirle: No puedes saber quien es nuestro Amo todavía. Hemos de prepararte para él. Dicho esto sus dedos recorren el cuello de la Invitada en caída directa a ese provocador canalillo que esconde bajo su blusa blanca.

Cocó me sigue asombrando. Es difícil ver en ella lo que va a hacer, más aún actuando con otra mujer que no sea Sui. Su declarada heterosexualidad a los cuatro vientos, la traiciona delante de Sui y hoy me demuestra una vez más, que es cumplir mis deseos su primera prioridad

Sin detenerse y casi de forma mágica, desabrocha el botón que impide ver la ropa interior de la Invitada. Ésta, ha perdido el nerviosismo del principio y también la necesidad de comportarse delante de desconocidos. Abierto el botón una delicada puntilla da inicio a una delicia de raso.  

Sui que sigue atraída por la presencia del Invitado y para no hacer sentir exclusión a su pareja, aprieta aún más la mano que la une a Cocó. Y como para ella es imposible resistirse a sus deseos, busca con su mano atada la entrepierna de la Invitada, al tiempo que con la otra aprieta la mano que Ella tiene en su pecho.

Él, sistemáticamente busca mi aprobación en cada uno de los momentos que se suceden. Es respetuoso y deja que ellas tomen la iniciativa. Pero no puede retenerse y une su mano izquierda a la que Sui sujeta la de la Invitada sobre su pecho izquierdo, para discretamente buscar el derecho que con pezón erecto reclama  atención. 

La Invitada notando la proximidad de las manos unidas de Cocó y Sui, se entrega a que noten su fuego de deseo. Perdida su atención entre la mano que aprieta Sui contra su pecho, y los dedos incisivos de Cocó que decidieron encontrar uno de sus sonrosados pezones; cierra parcialmente sus ojos al tiempo que muerde sus labios en señal de estar perdiendo los papeles.

Cocó gira su mirada hacia Sui y después hacia atrás buscándome. Reclama de mi atención y de mis indicaciones. Cruza su mirada con la mía. Noto como sus ojos me preguntan......



martes, 28 de mayo de 2013

De paseo con mis Zorras III

El acceso a la parte de la discoteca requiere bajar dos pisos, por una escalera no demasiado ancha. En el trayecto coincidimos con una pareja que subía. El iba delante y pasó casi bajando la cabeza, ella sin embargo parecía que sus ojos saldrían de sus órbitas. Estaba asombradísima y al pasar al lado de Cocó y Sui casi no podía creerse lo que veía. Me giré y en ese pequeño espacio me dio para coger la mano de Sui y hacer que acariciase el brazo de la desconocida. Cocó y yo pudimos ver como se erizaba todo su cuerpo al tiempo que su acompañante la reclamaba. Ella quería resistirse a abandonar el tacto de Sui, pero irremediablemente continuó subiendo la escalera.

La entrada es estrecha y se encuentra justo enfrente de la barra. Por su reducido tamaño hace que todo aquel que entra sea expuesto a todos los que están en el interior. Era un momento complicado, pues hasta ahora la gente a nuestro alrededor había sido poca. ¿Cómo reaccionaría todos los que estaban dentro al vernos? ¿Cómo reaccionaría Cocó al sentirse observada? ¿Cómo reaccionaría yo ante tan crítica situación? La parte más fácil se la llevaba Sui, que a ciegas solo le tocaba esperar.

No quise demorarlo y abrí la puerta de entrada, y tal como predije, varias personas miraron al instante. Tan pronto entraron tras de mi Cocó y Sui, las miradas casi fueron únicas para nosotros. Para no parecer nervioso y que la situación no se me fuese de las manos, recorté la distancia de la cadena para que ambas estuviesen más cerca de mi. El sentirlas a mi lado me hace fuerte y capaz de cualquier cosa. Como era de esperar Cocó volvió a sorprenderme. Por una parte acogía dulcemente con su mano guiando a Sui, y por otra caminaba altiva y desafiante. Dando a demostrar a todos los que allí estaban, que se sentía orgullosa de la situación: Siguiendo a su amo y recogiendo a su hermana.

En el centro de la sala hay una columna, lugar donde me acerqué y rodeamos con cierto aire de desfile. Era el momento de que todos nos viesen bien y no dejasemos dudas. Siguiendo hasta el final de la sala. solté la cadena sobre una barra  reposa-vasos  e hice que se pusieran una frente la otra. Noté como Sui estaba totalmente desconcertada y casi al punto de un ataque de nervios. Cocó por su parte controlaba perfectamente la situación. Y yo me sentía gigante.

Me coloqué detrás de Sui, levanté su inclinada cabeza, hasta estar paralela a la de Cocó. Lentamente le retiré el antifaz, procurando que su primera imagen fuese la cara de felicidad de Cocó. Y así fue. Levantado el antifaz el único gesto de Sui, fue el de girar la cabeza hacia mí y con su mirarme hacerme una solicitud. la cual no hizo falta que fuese pronunciada por su boca. Antes de que pudiese articular palabra, le dije: Si puedes besarla. Ambas se fusionaron en un beso de encuentro, de reconforte, de deseo.

Por un instante perdí la noción del espacio y del tiempo, no existía nada más que mis dos entregas zorras unidas en ese cálido beso.

Acto seguido y como ya saben hacer se colocaron una a cada uno de mis lados, momento que siempre aprovecho, para bajar mis manos por su espalda. Quiero comprobar como están de calientes y por discreto que pretendo ser, ellas han empezado a ser mucho más zorras de lo que hubiese podido imaginar. Tan pronto mis manos llegan al final de la espalda, al unisono se inclinan suavemente hacia delante para que yo pueda comprobar cuan mojadas, calientes y deseosas están ambas. 

Me encanta ese momento que las puntas de mis dedos corazón se mojan y queman con el deseo de mis zorras. Con la mirada fija en un punto de en frente, compruebo que mis zorras están listas para darme todo aquellos que hoy quiera pedirles.

lunes, 27 de mayo de 2013

De paseo con mis Zorras II


Una vez fuera del coche, tomo la otra pulsera y yo mismo la coloco en la mano izquierda de Cocó, al tiempo que les susurro: Ya están mis zorras listas para el paseo. En ese instante y dada la extrema inquietud de Sui, hago que coja la mano de Cocó. Instante en el que veo perfilar una sonrisa de gratitud.

Cojo la cadena que las une y que al cogerse ellas de la mano hace que se cree distancia suficiente para que yo pueda ir por delante de ellas casi un paso y medio. El trayecto hasta el local concertado es de unos setecientos metros, y mientras caminamos hacia la entrada puedo ver las distintas reacciones de la gente que se cruza ante nosotros.

Me causa una extraña y buscada sensación de superioridad la mirada de una pareja entrada en los cuarenta. Él, un fornido varón elegante y de clase se le entrevé una mirada entre asombro y envidia. Ella casi sin mirar, veo como se muerde los labios ¿le gustaría ser ella quien fuese paseada?. Seguramente si.

Llegamos a la entrada y pulso el botón del interfono que nos da acceso al local. Tras pasar la entrada y cruzar un pequeño patio, accedemos al interior, donde una azafata, con cierta sorpresa, nos da la cordial y discreta bienvenida que es habitual en este tipo de locales.

Después de desprendernos de las simple prendas de abrigos que nos cubren, descubro como Cocó y Sui han coincidido en la vestimenta. Un semitransparente salto de noche oscuro que justo cubre el final de sus medias. Quiero reconocer una picarona sonrisa de la azafata.

Nos dirigimos a la barra de la entrada para pedir nuestra primera copa. Una crema de whisky con hielo para Cocó. Un vermout rosso con hielo para Sui y un whisky de malta con un hielo para mi. La camarera tampoco es indiferente a la situación. Al otro lado de la sala hay una mesa de billar y se me ocurre que qué mejor vista que la de ver una mujer jugando, inclinando su cuerpo y dejando ver la total longitud de sus piernas. Dicho y hecho. Desato a Cocó, mientras me siento en un taburete alto con Sui de pié e inmóvil a mi lado tirando en corto de la cadena.

Si algo sabe hacer bien Cocó es Zorrear, moverse para ser vista, para ser deseada. Mientras juega cada bola, acaricia el taco con descaro y casi de manera pornográfica, provocando que los otros tres hombres en la sala no puedan evitar abandonar su mirada en ella, que dando vueltas alrededor de la mesa, parece una felina en pleno celo. Ellos descuidan las miradas de sus acompañantes que sienten celos, por no poder reclamar la atención de sus acompañantes. Algo que hace que Cocó se comporte como una encantadora de serpientes, siendo el resto de hombre y yo mismo, la cobra que no puede dejar de mirar.

Noto como Sui empieza a inquietarse, y doy un tirón seco de la cadena. No es otro momento para ella, que el de vivir la impaciencia sin saber que está pasando a su alrededor y esperando de mis atenciones u órdenes.

Acabo el ultimo sorbo de mi copa y hago un gesto a Cocó. Lo reconoce y dejando cuidadosamente el taco encima del tapiz verde botella, recorre la mesa haciendo caer por la tronera extrema a su posición las bolas que aún quedaban encima de la mesa, chocándolas y provocando el característico ruido. Tal posición deja al descubierto ese redondito y duro culo. Es justo el momento que recibe la atención de la mirada de todos. Noto la excitación en ellos, alguno les resulta difícil resistirse a no dejar a su acompañante y proponerse a ellas. Dos de las acompañantes femeninas hacen cara de enojadas. La tercera no se cree lo que ve.

Al llegar a mi y para sorpresa de los que no se habían fijado, vuelvo a atar a cocó junto a Sui. Cocó ha notado la impaciencia e intranquilidad de Sui y con la mirada me solicita permiso para besarla. No puedo negarme, me encanta esa imagen. Más aún cuando el revuelo que provoca sobre los asistentes, incomprendido por mi parte para gente que accede a este tipo de locales, me hace ser el centro del deseo de ellos.

Calmada Sui y calientes ambas, decido coger la cadena, levantarla lo suficiente para que sea vista por todos, y tirar de ellas para que me sigan hacia la discoteca. Cocó cuida con mimo de Sui, que con su antifaz no puede ver donde está.

viernes, 24 de mayo de 2013

De paseo con mis Zorras

Es justo esa hora magnifica del día, cuando el sol empieza a despedirse anunciando la llegada de la mágica, enigmática y mística noche.

He quedado en recoger a mis dos Zorras para dar un paseo y mostrarlas al tiempo que presumo de ellas. Es una experiencia nueva tanto para mi como para ellas.

Les ordené a ambas que se vistiesen para la ocasión. De oscuro, con medias también oscuras, tacones y pelo recogido en cola.

Como es habitual recojo siempre primero a Cocó, que en esta ocasión es las más rehacia al acto. No está muy convencida, pero esta vez es por dar satisfacción a Sui.

Como buena sumisa ha aceptado sin rechistar. Se que al final será ella la que más disfrute y yo con la sorpresa de ver, que por mucho que al principio parezca que no va a ser aceptado, lo disfruta hasta sorprenderse.

Le aviso de que he llegado y la espero. Me encuentro a unos doscientos metros de la entrada. Expresamente no me he colocado justo enfrente para poder saborear su caminar nervioso, pero siempre tan elegante.

Sin demora veo como asoma su cabeza y busca nerviosa mi coche. En primera vez no lo encuentra, le ciega la impaciencia. En una segunda me encuentra, y para mi sorpresa, no camina más rápido de lo habitual. Con ese caminar elegante se dirige a mi, y yo disfruto viendo como se acerca a mi. Sabe que la observo y se recrea luciéndose para mi. Algo que le agradeceré más tarde. 

Me bajo para abrir la puerta del coche y acompañarla a sentarte. Como muy buena zorra que es, me deja entrever que ha cumplido a rajatabla mis ordenes, y veo el final de sus medias. Una gabardina cubre su cuerpo sin dejarme ver más allá.

Ocupo mi lugar, al tiempo que arranco el coche y pongo algo de música instrumental y suave. Cocó inmóvil y correctamente sentada detrás, no se atreve a cruzar la vista por el retrovisor para mirarme. Sabe que con detalle repaso cada uno de sus detalles. Bajo el retrovisor y como por instinto la muy zorra abre un poco las piernas. Tiene la maravillosa habilidad de leer mis pensamientos y concederme cada uno de los deseos que corren por mi cabeza. Vuelvo a colocar el retrovisor en su sitio y emprendo la marcha en busca de Sui.

Durante el trayecto, pierdo en varias ocasiones mi vista para intentar cruzar su mirada, sin resultado. Está muy bien educada y tiene la mirada perdida. Como me encantaría saber que pasa por su cabeza en ese momento.

Hago saber a Sui que hemos llegado. Pero mi actuar sin que ella lo sepa va a ser diferente.  Aparco justo frente a su portal y por la ubicación de este, me permite que justo en el momento que aparece, le cubra los ojos. No ha tenido tiempo de ver absolutamente nada, y se ha sobresaltado muchísimo  Es normal no lo sabía. Para evitar que temiese cualquier error, mientras la cubría le he susurrado: No te preocupes mi pequeña zorra. Deja que te guíe al coche. Allí hay alguien que te espera. 

Abro la puerta del coche y la ayudo a sentarse junto a Cocó, quien sabe ha de estar completamente en silencio. Realmente Sui no sabia nada de lo que iba a pasar. Cocó tenía ordenes explicitas de no comentar nada con ella. 

Una vez sentada y Cocó inmóvil a su lado, le coloco los pies y las piernas y aprovecho para ver si también cumplió con mis ordenes. Sui es algo menos obediente, pero esta vez había correspondido a mis peticiones. 

Volví a poner el coche en marcha, al tiempo que le indico a Sui, que por nada del mundo se mueva, de lo contrario pararé el coche y le haré bajar. Por mi tono sabe que hablo muy en serio y se que será obediente. 

Esa es la señal que reconoce Cocó para sacar una cadena metálica, con una pulsera de piel a cada extremo. Que se abrochan cerrándose con un pequeño candado. La saca, siguiendo mis ordenes, muy despacio de su envoltorio para que con el ruido Sui centre su atención en él. Una vez completamente fuera, coge una de las pulseras y la coloca en la mano derecha de Sui. Quien al oír el clic del candado hace un gesto de sorpresa. Todo ello sin rozar con su piel, parte alguna de la piel de Sui. Podría reconocerla y no es ese mi deseo. Incluso hice cambiar de perfume a Cocó para evitarlo.

Después de unos veinte minutos hemos llegado al destino. Aparco el coche. Acompaño a Cocó para que salga de él y juntos nos dirigimos a la puerta de Sui, para ayudarla a salir. Sigue sin poder ver nada y eso dificulta sus movimientos pero se que es lo que más la excita.....





jueves, 23 de mayo de 2013

Cocó y Sui. Una noche mágica IV

Era el momento de cumplir deseos. De su caja saque lentamente un collar de piel negro con una argolla en la parte de delante, por la que pasaba una cadena con brazaletes a cada extremo. 

Era uno de los deseos de Cocó, sentirte atada. Me acerqué a ella y empecé por la pieza del cuello, tratando de que se le ajustase pero sin apretar en exceso. Mientras colocaba el primer de los brazaletes, noté la inquietud de no saber que estaba pasando, en Sui. No veía nada y prácticamente solo se oía la música de fondo y leves susurros míos.

Colocado el segundo brazalete, la imagen era mágica. parecía como si Cocó siempre lo hubiese llevado y hubiese sido hecho para ella. Quise compartir la imagen con Sui. Las coloqué una delante de la otra y yo detrás de Sui. Ella sin moverse, mientras yo le levantaba el antifaz que le cubría los ojos. Al tiempo le susurraba: Mira que preciosa está. Cual fue mi sorpresa al notar el estremecer de Sui ante tan suprema imagen. no pudo contenerse y casi tuve que cerrar su boca de admiración. Solo podía asentar con la cabeza.

Volví a colocar el antifaz de Sui en su sitio. Cocó mientras tanto estaba impaciente por verse. Algo que por supuesto no le permití de momento. Una excitada por no poder ver y la otra de la imagen vista, estaban tal y como yo quería y era el momento de disfrutar de ellas.

Así pues y para ver cumplidos mis deseos las hice inclinarse a ambas hacia delante sobre el respaldo del sofá, quedando sus exóticos, sabrosos, excitantes y deseados culos, al desnudo, uno al lado del otro y ambos para mi.

Les separé algo las piernas, mientras les ordenaba que no se moviesen  Pude observar como volvían a cogerse de la mano. Un acto que me encantó, que compartiesen esa complicidad desde el primer momento.

No puede esperar, quería saborearlas, y en esa postura, el acceso es atrayente e invita a perderse en él. El sexo de Cocó se entregaba a mi sin condiciones. Notaba como le gustaba que mi lengua jugase con él. Es simplemente tan embriagador, que invita a abandonarte en él por el tiempo infinito. Al tiempo que disfrutaba, mi mano derecha no se olvidaba de Sui, quien impaciente y alerta, se estremecía a cada ahogado gemido de Cocó. Es imposible cansarse de él. Te acoge con todo el calor del deseo, el sabor de la dulzura y la locura del placer. Paré antes de que pudiese tener un orgasmo, algo muy fácil en ella, pues tiene la gran virtud de llegar a ellos con muchísima facilidad y tantas veces como yo desee.

Era el momento de probar a Sui. Solo lo depositado en mis dedos sabia de ella  y ahora quería reafirmar esa primera sensación de ser agradablemente reconocida. Noté como al acercarme quiso cerrarse un poco. Se que por la sorpresa y no por pudor. Es una verdadera zorra. Provocó tuviese que abrirla y separarla bien con mis manos. Algo que noté como agradeció. Y de nuevo esa extraña sensación de un sexo no desconocido. De diferente sabor, algo más ácido, pero igualmente agradecido a mis atenciones. Comprobé lo rápido que se entrega Sui y lo reconfortante para mi que eso es.

Una imagen había estado rondando mi cabeza sin parar los días previos al encuentro y sin pedirlo se hizo realidad. Me incorporé, les ordené que hiciesen lo propio y les quité el antifaz. Me senté en el sofá y sin darse cuenta una de la otra ni yo mismo, y como piezas de imán que no pueden evitarlo, se acercaron la una a la otra, sin mediar palabra empezaron a jugar entre ellas. 

No solo representaba el mayor de mis deseos, por ver esas dos preciosas diosas entregada a mí, sino también por ver como comportándose como ZORRAS, con mayúsculas, disfrutaban la una de la otra. Algo impensable para mi por parte de Cocó, quien siempre había declarado abiertamente su reticencia a entregarse y entregar a otra mujer. 

Ellas no vieron lo que estaban haciendo, no creo que entendiesen la magnitud, ni tan siquiera mi expresión de satisfacción.

Suí recorría el pícaro cuerpo de Cocó, quien sin poderlo evitar explotaba en deseo, llegando a perder la verticalidad, vencidas sus piernas en el incansable y magnifico acoso de Sui.

Disfruté, gocé, engrandecí y sentí como el gran dragón volvía a desplegar sus alas....



Un dragón herido

"El con piel áspera y de un grosor tan profundo que es casi imposible herirlos con un arma. Sus escamas están ordenadas de tal modo que forman una especie de armadura cutánea que no permite el acceso de nada del exterior, pero que también impide, virtualmente, que algo del dragón escape por ahí. Los dragones no lloran, ni sudan. Con la edad esta coraza se endurece hasta que se vuelve, casi literalmente, una piedra agonizante.

Sólo hay un modo de vencer a un dragón y es conseguir despojarlo por completo de su piel. No es una labor sencilla, pero hay quien afirma que una vez conseguida la hazaña uno descubrirá un pequeño animal, sensible y amable, al que se le puede ayudar a no volver a formar una coraza tal, bañándolo en agua a la luz de la luna llena."


La herida del pecho es profunda. En él clavada aún el arma que consiguió atravesar su coraza. La mira, la observa atónito, desconcertado. No es su primera herida. No es su primera derrota. No es su primera batalla. 

Pero no todo pasa como debería, un alma llega y trata de despertar al dragón , hace lo que puede para revivir al agonizante dragón día y noche está ahí lo cuida, ¿lo protege?, ¿por qué lo hace?, Solo cronos lo sabe.
Le da del bálsamo mágico, a veces en la boca, e l dragón algunas veces se niega a tomarlo pero ella siempre logra que lo tome.
Tanto tiempo han pasado juntos, ella cuidándolo, aunque realmente quien la cuida es el dragón pues ya nadie se atreve a hacerle daño por no perturbar al dragón. Quienes han visto luchar al dragón creen que ella distrae su atención, que le quita el tiempo necesario para que este se prepare para la gran batalla.
Pero se equivocan, lejos de quitarle el tiempo cada segundo que pasa con él alivia al dragón, poco a poco este recupera confianza sabe que la batalla está próxima, que en los últimos combates apenas y a ganado e incluso en 2 perdió y una casi le cuesta la vida.
Pero ella está ahí, día y noche lo consuela y consiente como a un niño pequeño, hace reflexionar al dragón, hace tiempo que nadie veía más allá de su ser, en las profundidades de sus ojos. Y él a su vez la mima como a una niña. La gente los mira extrañada, muchos creen que deberían competir por algo, pero a quien le importa.
Ella incluso hace dudar al dragón pues le habla como si pudiera ver su alma, como si conociera lo que realmente hay en el corazón de aquella incomprendida bestia      .
Ella lo abraza y arranca lágrimas, si lágrimas de los ojos de dragón, algo que hacía milenios no pasaba, algo que hacia tanto tiempo no pasaba, lágrimas, Lágrimas si lagrimas de dragón, descubrir que realmente tienen sentimientos despierta algo en el interior del dragón.
 Y ella lo abraza y lloran, lloran juntos, lágrima a lágrima el dolor se va, llanto a llanto la pena se aleja, la alegría reina el recinto y el abrazo parece eterno, ninguno lo cree, las lagrimas cesan, una sonrisa crece, la luz del corazón del dragón se enciende de nuevo.
Ella sigue ahí, siempre estará ahí, para defender al dragón, él comprende de qué forma ella lo protege, en realidad protege su alma, pues a pesar de ser un fiero dragón su alma es frágil muy frágil.
La batalla se acerca, el enemigo se mofa del dragón, este quiere trabar combate de inmediato pero ella apacigua su alma, controla sus impulsos no está listo para la batalla aún. A pesar de su orgullo el dragón lo entiende y se retira, el momento aún no ha llegado debe esperar el momento oportuno.
La gente cree que solo pierde el tiempo, que tan solo prolonga lo inevitable, pero ella confía en él y toda esa confianza el dragón la recibe para si mismo, ahora la luz de su corazón de dragón brilla, brilla más que nunca y él lo siente, y ella lo siente y la gente no lo entiende.
Como puede irradiar tanta luz si a los ojos de la gente a perdido la gloría, pero ella sabe que la gente se equivoca y el dragón percibe eso y le ayuda. Y sus habilidades mejoran día a día, noche a noche y ellos juegan, juegan como niños, la gente de nuevo la gente, a quien carajos le importa la gente, ellos solo juegan.
El enemigo observa y cree que solo pierde el tiempo, pero el dragón sabe que en el fondo siempre está listo para la batalla, en realidad se prepara ella lo prepara y gracias a ella está listo para lo que sea, va por un ganar ganar, con ella a su lado espera el momento de la batalla.    
  
011110