lunes, 27 de mayo de 2013

De paseo con mis Zorras II


Una vez fuera del coche, tomo la otra pulsera y yo mismo la coloco en la mano izquierda de Cocó, al tiempo que les susurro: Ya están mis zorras listas para el paseo. En ese instante y dada la extrema inquietud de Sui, hago que coja la mano de Cocó. Instante en el que veo perfilar una sonrisa de gratitud.

Cojo la cadena que las une y que al cogerse ellas de la mano hace que se cree distancia suficiente para que yo pueda ir por delante de ellas casi un paso y medio. El trayecto hasta el local concertado es de unos setecientos metros, y mientras caminamos hacia la entrada puedo ver las distintas reacciones de la gente que se cruza ante nosotros.

Me causa una extraña y buscada sensación de superioridad la mirada de una pareja entrada en los cuarenta. Él, un fornido varón elegante y de clase se le entrevé una mirada entre asombro y envidia. Ella casi sin mirar, veo como se muerde los labios ¿le gustaría ser ella quien fuese paseada?. Seguramente si.

Llegamos a la entrada y pulso el botón del interfono que nos da acceso al local. Tras pasar la entrada y cruzar un pequeño patio, accedemos al interior, donde una azafata, con cierta sorpresa, nos da la cordial y discreta bienvenida que es habitual en este tipo de locales.

Después de desprendernos de las simple prendas de abrigos que nos cubren, descubro como Cocó y Sui han coincidido en la vestimenta. Un semitransparente salto de noche oscuro que justo cubre el final de sus medias. Quiero reconocer una picarona sonrisa de la azafata.

Nos dirigimos a la barra de la entrada para pedir nuestra primera copa. Una crema de whisky con hielo para Cocó. Un vermout rosso con hielo para Sui y un whisky de malta con un hielo para mi. La camarera tampoco es indiferente a la situación. Al otro lado de la sala hay una mesa de billar y se me ocurre que qué mejor vista que la de ver una mujer jugando, inclinando su cuerpo y dejando ver la total longitud de sus piernas. Dicho y hecho. Desato a Cocó, mientras me siento en un taburete alto con Sui de pié e inmóvil a mi lado tirando en corto de la cadena.

Si algo sabe hacer bien Cocó es Zorrear, moverse para ser vista, para ser deseada. Mientras juega cada bola, acaricia el taco con descaro y casi de manera pornográfica, provocando que los otros tres hombres en la sala no puedan evitar abandonar su mirada en ella, que dando vueltas alrededor de la mesa, parece una felina en pleno celo. Ellos descuidan las miradas de sus acompañantes que sienten celos, por no poder reclamar la atención de sus acompañantes. Algo que hace que Cocó se comporte como una encantadora de serpientes, siendo el resto de hombre y yo mismo, la cobra que no puede dejar de mirar.

Noto como Sui empieza a inquietarse, y doy un tirón seco de la cadena. No es otro momento para ella, que el de vivir la impaciencia sin saber que está pasando a su alrededor y esperando de mis atenciones u órdenes.

Acabo el ultimo sorbo de mi copa y hago un gesto a Cocó. Lo reconoce y dejando cuidadosamente el taco encima del tapiz verde botella, recorre la mesa haciendo caer por la tronera extrema a su posición las bolas que aún quedaban encima de la mesa, chocándolas y provocando el característico ruido. Tal posición deja al descubierto ese redondito y duro culo. Es justo el momento que recibe la atención de la mirada de todos. Noto la excitación en ellos, alguno les resulta difícil resistirse a no dejar a su acompañante y proponerse a ellas. Dos de las acompañantes femeninas hacen cara de enojadas. La tercera no se cree lo que ve.

Al llegar a mi y para sorpresa de los que no se habían fijado, vuelvo a atar a cocó junto a Sui. Cocó ha notado la impaciencia e intranquilidad de Sui y con la mirada me solicita permiso para besarla. No puedo negarme, me encanta esa imagen. Más aún cuando el revuelo que provoca sobre los asistentes, incomprendido por mi parte para gente que accede a este tipo de locales, me hace ser el centro del deseo de ellos.

Calmada Sui y calientes ambas, decido coger la cadena, levantarla lo suficiente para que sea vista por todos, y tirar de ellas para que me sigan hacia la discoteca. Cocó cuida con mimo de Sui, que con su antifaz no puede ver donde está.

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