jueves, 16 de mayo de 2013

Cocó y Sui. Una noche mágica III

Que difícil me resultaba no abalanzarme sobre ellas y dejar sin control la velada. Pero no podía ser. La noche, la situación y ellas era un regalo excepcional que tenía que desenvolver con delicadeza para poder disfrutar cada detalle.

Las dejé a cada una con un pecho casi al descubierto, dejando que la costura del salto de cama no pudiese subir al tropezarse con esos pezones erectos y provocadores, que insistentemente reclamaban mi atención.

Me dirigí a la mesa para coger la fusta y volviendo a circular sobre ellas, las iba tocando por sorpresa. Casi notaba como saltaban a cada toque de fusta. Eran suaves, pretendía que el sobresalto a recibir fuese por desconocer la procedencia más que por el dolor. Eso era para otro momento.


Me encantó el momento en que les insistía con la fusta que abriesen las piernas, pero fue aun mejor cuando decidí agacharme y colocares yo las piernas. Un poco separadas, sin exceso y los pies bien rectos. La imagen era espectacular. Esas largas piernas bien esculpidas envueltas en las medias negras y tacones altos.

Volví a colocarme de pié y empecé a pasar la fusta por el bajo de esa preciosa prenda que ellas vestían, dejando al descubierto la puntilla de las medias. Difícilmente explicar todas las sensaciones que recorrían mi cuerpo. Reconozco que si algo me encanta es mirar a una bella mujer mientras está rendida a mis deseos. Imaginar que podía sentir, siendo dos magnificas, excitantes y deseosas zorras.

Cuanto más subía la fusta a la entrepiernas más nerviosas se ponían ellas, y mayor era mi deseo de saber que secreto guardaban para mi. Habían seguido mis órdenes estrictamente y ninguna de ellas llevaba ropa interior

No podía aguantar más, estaba a punto de explotar, quería sentir en mi piel el fuego de su deseo. Así que dejé la fusta a un lado, y colocándome delante de ellas, justo en medio, coloque mi mano izquierda en Cocó y la derecha sobre Sui. Desde el interior de la rodilla y empecé a subir. Por mucho que intenté alargarlo, mi impaciencia me perdía. 

Llegué un instante antes a ese delicioso, jugoso, ardiente y siempre húmedo coño que tiene Cocó. Fue alucinante, estaba casi, casi goteando. Ardiendo como puro fuego. No hizo falta buscar para encontrar ese regalo que tanto priorizo. 

Sui me sorprendió. Estaba completamente cerrada, algo fría y seca. Una terrible sensación me erizó la piel, al pensar por un instante que no estaba logrando que ella disfrutase del momento. Pero solo fue un instante. Bastó con presionar un poco para que de inmediato se abriese lo justo para que mi dedo corazón fuese recibido. Casi dio la sensación de ser absorbido. En el interior encontré ese fuego que tanto esperaba.

El siguiente movimiento era inevitable, y fue el de llevar mis dedos a mi boca, para en el caso de Cocó reconocer una esencia que siempre consigue transportarme al paraíso del deseo, y en el caso de Sui el de aprender una esencia nueva. Más seca pero extrañamente muy agradable. 

Repetí el acto de llenar mis dedos de ellas, pero esta vez los coloque en sus bocas al tiempo que les decía: Ten y prueba lo deliciosa que estás.

Seguidamente me coloque detrás, siempre he preferido acceder desde atrás y esta vez no iba a ser diferente. Fue entrar en ellas con mis dedos, y esta vez con mayor profundidad y empezar a llenarse mis manos de su esencia. No era pisar el paraíso de puntillas, era entrar arrasando. Esos cuerpo ya empezaban a no permanecer inmóviles, reaccionaban a mis dedos sin remedio. No podían disimular que el deseo les perdía.

Cada instante, cada movimiento, cada gesto y cada respuesta necesitarían de un millón de palabras para describirlos y aún así sería imposible expresar su magnitud.

El gozo en mi: ver esas dos majestuosas mujeres, altivas damas, exuberantes cuerpos, y ardientes zorras a mi entera disposición. 

Y lo mejor estaba por llegar....

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