sábado, 19 de febrero de 2011

Vamos a cenar que quiero lucirte

Me gusta mirar tras una ventanilla de un coche y ver como se traslada al paso del vehículo. Hoy en especial me fijaba en la gente que quedaban atónitos al ver pasar el coche que me llevaba a mi cita.

Había visto estos coches en las películas pero nunca hasta ahora había subido en uno. Realmente cómodo y el chófer era muy delicado conduciendo y extremadamente puntual. Me di cuenta pues ralentizó la marcha a fin de llegar justo a la hora indicada las 21:15.

Justo a esa hora, el vehículo se paró en su puerta, vi salir al chófer, abrir su paraguas y dirigirse a la puerta de su casa. En el preciso instante que llegaba al rellano de la entrada ella hacía su aparición. Cubierta por un largo y liso abrigo, finalizando en unos maravillosos tacones de aguja.

El la acompañó hasta el coche, y abrió la puerta para que accediera a él al tiempo de que tenia cura no se mojase con la leve lluvia. Entró y se sentó muy despacio a mi lado. Casi no giró la cara para verme. Estaba muy nerviosa, lo vi en sus temblorosas manos. Justo al sentarse se abrió parte de su abrigo dejando al descubierto sus largas piernas envueltas en unas medias negras y de grandes bordados. Sabia el remedio para paliar su nerviosismo. Puse mi mano en una de sus piernas, subiendo por ella para averiguar si llevaba un liguero tal y como le había pedido. Giré la vista para comprobar que el chófer era tan discreto como me aseguraron. Había cerrado el cristal que nos separaba de él.

En el trayecto solo unas palabras mías: Estas espectacular gatita.

El coche de detuvo muy suave delante del restaurante, mientras un camarero abría la puerta de ella, el chófer hizo lo propio con la mía. Tan pronto estuve a su lado el camarero nos acompañó a la entrada. Una agradable señorita nos reclamó los abrigos. En ese momento descubrí como iba vestida. El pañuelo de seda que cubría su cabeza, al caer dejó al descubierto el recogido típico de su melena rubia. El vestido de hombros descubiertos y extremadamente corto, dejaba entrever el corpiño que debajo llevaba. Esas medias negras y llenas de bordado y sus tacones de aguja. Un pequeño bolso a juego con el color rojo sangre del vestido. No fui el único al que hizo dilatar las pupilas, el propio Maitre pidió disculpas por el atrevimiento.

Nos invitó a seguirle y me confirmó que realmente le había solicitado la mesa más céntrica del comedor. Levante una de mis cejas y afirmé con la cabeza. Sin más dilación nos llevo a una pequeña mesa colocada justo en el centro. El ayudo a sentarse a ella mientras yo hacia lo mismo fijando mi mirad en ella

Cuando le hizo entrega de la carta le indiqué que no hacía falta, sería yo quien eligiera por los dos. Algo que le resultó extraño según reflejó su cara.  Seleccionados los platos y el vino, el Somelier se acercó con el fin de servirme la prueba. Le pedí que se la diese a ella y sabía que le sorprendería al hacerlo, pero más aún los acontecimientos venideros. Ella sabía previamente lo que tenia que hacer para que yo aceptase el vino: Mojar sus labios con él y depositárlos suavemente en los míos. Y así, levantándose y moviéndose a forma de baile y con los labios llenos de vino, se acercó a mi, se inclinó y me dio a probar. Y acepté. Y me sentí orgulloso de ver las miradas de deseo de ellos; fijas en lo más alto de sus piernas que dejaban ver su liguero, y las miradas de envidia de ellas. 

Volvió a sentarse tan lentamente y tan ajena a todo, como se levantó. Ya había conseguido lo que quería que todos se fijasen en ella. 

La comida transcurrió en un ir y venir de miradas, nuestras y de todos quienes se encontraban en el salón. ¿Quizás por que entre el primer y segundo plato decidió descalzar uno de sus pies de manera algo escandalosa y hacer que su pie jugase con mis tobillos?. ¿ Quizás por la manera de, casi sin disimular, chupar algunos de sus dedos? ¿Quizás por la vez que decidió inclinarse hacia mi para limpiar mi boca con su servilleta?. ¿Quizás por abrir tus piernas cuando me agache a recoger la servilleta?. ¿Quizás por hacer más ruido de lo normal mientras endulzaba tu café al tiempo que me mirabas fijamente?

Si un momento hubo coincidencia en las miradas es justo cuando antes de irte, decidiste ir a "empolvarte la nariz", y atravesando el comedor caminando erguida y deliciosamente erótica. Nadie en la sala pudo evitar desviar su mirada hacia ti y yo orgulloso de que hicieses todo y cuanto te había pedido. Me gustó comprobar como no solo yo esperábamos tu regreso.  

Nuestro 'desfile': tu cogida a mi brazo derecho y ambos al mismo paso, en perfecta armonía en dirección a la calle. Le recojo el abrigo a la persona que pretende ponértelo. Quiero ser yo quien te cubra, quien al cerrarte el abrigo note el calor de tu pecho. Solo te cubro con el a forma de capa, sin poner tus brazos en las mangas.

Te ayudo a entrar en el coche, y en el tiempo que tardo en entrar por la otra puerta has dejado caer tu abrigo hacia atrás. Te encuentro sentada con las piernas cruzadas provocando que viese el limite de tus medias. 

Me senté y al empezar a moverse el coche te quito uno de los zapatos, levanto tu pierna hacia mi, provocando que te gires hacia mi. Llevo tu pie a mi boca al tiempo que veo no has hecho por cerrar las piernas, para que pueda hacer algo que me encanta, mirar tu coño debajo de una falda. Habías vuelto a obedecer mis reseñas y no llevabas ningún tipo de braguita. 

Mientras en mi boca tengo los dedos de tu pié, mi mano recorre tu pierna buscando ese coño tuyo que al final de esas largas piernas me reclama. Al llegar con mi mano a él lo encuentro tal y como siempre lo quiero y tal y como siempre tu lo tienes para mi: ardiendo y húmedo. No puedo meter la puntas de mis dedos, humedecerlos para seguidamente llevarlos a mi boca. Me encanta tu dulce sabor. Sin darme cuenta ya tienes el otro pie jugando con mi polla que hace ya rato va a la suya sin control alguno.

Saque tu pié de mi boca y coloqué ambas manos por debajo de tu culo y con un movimiento rápido te levanté consiguiendo que tu coño se presentara justo delante de mi boca y tus piernas sobre mis hombros.  Me encanta ese coño tan blanco que tienes, tan dulce y siempre tan húmedo. Llenar mi boca de ti. Jamás probé un coño como el tuyo. 

No podía parar de recorrerte con mi lengua, sin límites. Tenerte así toda para mi y a mi disposición, se que te encanta y te entregas a ello de tal forma que es muy poco el tiempo que transcurre hasta que empiezas a retorcerte sin remedio. Eso siempre es signo inequívoco en ti de que estás a punto de estallar y sabes que me encanta alargartelo lo máximo posible, parar justo un instante antes para reanudar después y así retrasártelo varias veces.

Pero llegábamos a nuestro destino y quería mi premio, quería me dieses todo ese fuego, todo esa fuerza. Sentí como retenías un momento tu respiración y como tu coño convulsionaba en mi boca y como me apresabas con tus piernas. Como me llenaba de ti.Cada vez que te tengo es más extraordinario y esa vez no podía ser de otra forma.

Me encanta ver tus ojos justo después de que llegues. Se ilumina tu cara, es extraordinario.

Baje tus piernas y con cuidado y sin dejar de mirarte, te puse el abrigo por encima. El coche se detiene y se abre tu puerta. Me esperas para que te acompañe a la entrada. El hotel es otra sorpresa pero para contar otro día.....





viernes, 18 de febrero de 2011

De cuando somos lo que no sabemos

Ciertamente es difícil conocer a los demás pero creo que incluso más conocerse a uno mismo. Complicado de entender sin antecedentes, que alguien a quienes valores de respeto, educación, comprensión.... primordiales e inexcusables para un comportamiento cívico.

Hace un tiempo que conocía a una mujer que por su carácter me era una inquietante intriga. Fuerte, enérgica valiente y decidida. De aquellas personas que independientemente del sexo prefieres tenerlas como amigos antes que como enemigos. Me encantó desde un principio su abierta manera de hablar, de expresarse, lo directo de sus palabras y lo libre de pensamiento. De un sentimiento de intriga y admiración, a un acercamiento y proximidad agradable.

Aun recuerdo esa noche cuando por casualidad me conecté y te encontré, hasta entonces habías sido 'la dura' y me encantaba reconocer que me contabas entre sus amistades. Pero esa noche decidiste romper una barrera, algo de lo que hoy cada día me siento más orgulloso.

Diste pie a despertar en mi un extraño deseo de pedirte, de exigirte, de ordenarte que fueses mía, para mi y de la manera que me apeteciese. A cada petición una repuesta mejor que la anterior. A cada deseo pedido, cumplido con creces. Pero lo mejor de todo que tu lo disfrutabas y pedías aún más que yo.

Hoy no concibo reconocerme sin pensar en lo que has despertado en mi, y en lo agradecido que te estaré siempre. Has abierto un munndo totalmente nuevo en el que jamás hubiese entrado de no ser por ti.

Gracias "Mi Zorra"