jueves, 23 de mayo de 2013

Cocó y Sui. Una noche mágica IV

Era el momento de cumplir deseos. De su caja saque lentamente un collar de piel negro con una argolla en la parte de delante, por la que pasaba una cadena con brazaletes a cada extremo. 

Era uno de los deseos de Cocó, sentirte atada. Me acerqué a ella y empecé por la pieza del cuello, tratando de que se le ajustase pero sin apretar en exceso. Mientras colocaba el primer de los brazaletes, noté la inquietud de no saber que estaba pasando, en Sui. No veía nada y prácticamente solo se oía la música de fondo y leves susurros míos.

Colocado el segundo brazalete, la imagen era mágica. parecía como si Cocó siempre lo hubiese llevado y hubiese sido hecho para ella. Quise compartir la imagen con Sui. Las coloqué una delante de la otra y yo detrás de Sui. Ella sin moverse, mientras yo le levantaba el antifaz que le cubría los ojos. Al tiempo le susurraba: Mira que preciosa está. Cual fue mi sorpresa al notar el estremecer de Sui ante tan suprema imagen. no pudo contenerse y casi tuve que cerrar su boca de admiración. Solo podía asentar con la cabeza.

Volví a colocar el antifaz de Sui en su sitio. Cocó mientras tanto estaba impaciente por verse. Algo que por supuesto no le permití de momento. Una excitada por no poder ver y la otra de la imagen vista, estaban tal y como yo quería y era el momento de disfrutar de ellas.

Así pues y para ver cumplidos mis deseos las hice inclinarse a ambas hacia delante sobre el respaldo del sofá, quedando sus exóticos, sabrosos, excitantes y deseados culos, al desnudo, uno al lado del otro y ambos para mi.

Les separé algo las piernas, mientras les ordenaba que no se moviesen  Pude observar como volvían a cogerse de la mano. Un acto que me encantó, que compartiesen esa complicidad desde el primer momento.

No puede esperar, quería saborearlas, y en esa postura, el acceso es atrayente e invita a perderse en él. El sexo de Cocó se entregaba a mi sin condiciones. Notaba como le gustaba que mi lengua jugase con él. Es simplemente tan embriagador, que invita a abandonarte en él por el tiempo infinito. Al tiempo que disfrutaba, mi mano derecha no se olvidaba de Sui, quien impaciente y alerta, se estremecía a cada ahogado gemido de Cocó. Es imposible cansarse de él. Te acoge con todo el calor del deseo, el sabor de la dulzura y la locura del placer. Paré antes de que pudiese tener un orgasmo, algo muy fácil en ella, pues tiene la gran virtud de llegar a ellos con muchísima facilidad y tantas veces como yo desee.

Era el momento de probar a Sui. Solo lo depositado en mis dedos sabia de ella  y ahora quería reafirmar esa primera sensación de ser agradablemente reconocida. Noté como al acercarme quiso cerrarse un poco. Se que por la sorpresa y no por pudor. Es una verdadera zorra. Provocó tuviese que abrirla y separarla bien con mis manos. Algo que noté como agradeció. Y de nuevo esa extraña sensación de un sexo no desconocido. De diferente sabor, algo más ácido, pero igualmente agradecido a mis atenciones. Comprobé lo rápido que se entrega Sui y lo reconfortante para mi que eso es.

Una imagen había estado rondando mi cabeza sin parar los días previos al encuentro y sin pedirlo se hizo realidad. Me incorporé, les ordené que hiciesen lo propio y les quité el antifaz. Me senté en el sofá y sin darse cuenta una de la otra ni yo mismo, y como piezas de imán que no pueden evitarlo, se acercaron la una a la otra, sin mediar palabra empezaron a jugar entre ellas. 

No solo representaba el mayor de mis deseos, por ver esas dos preciosas diosas entregada a mí, sino también por ver como comportándose como ZORRAS, con mayúsculas, disfrutaban la una de la otra. Algo impensable para mi por parte de Cocó, quien siempre había declarado abiertamente su reticencia a entregarse y entregar a otra mujer. 

Ellas no vieron lo que estaban haciendo, no creo que entendiesen la magnitud, ni tan siquiera mi expresión de satisfacción.

Suí recorría el pícaro cuerpo de Cocó, quien sin poderlo evitar explotaba en deseo, llegando a perder la verticalidad, vencidas sus piernas en el incansable y magnifico acoso de Sui.

Disfruté, gocé, engrandecí y sentí como el gran dragón volvía a desplegar sus alas....



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