martes, 28 de mayo de 2013

De paseo con mis Zorras III

El acceso a la parte de la discoteca requiere bajar dos pisos, por una escalera no demasiado ancha. En el trayecto coincidimos con una pareja que subía. El iba delante y pasó casi bajando la cabeza, ella sin embargo parecía que sus ojos saldrían de sus órbitas. Estaba asombradísima y al pasar al lado de Cocó y Sui casi no podía creerse lo que veía. Me giré y en ese pequeño espacio me dio para coger la mano de Sui y hacer que acariciase el brazo de la desconocida. Cocó y yo pudimos ver como se erizaba todo su cuerpo al tiempo que su acompañante la reclamaba. Ella quería resistirse a abandonar el tacto de Sui, pero irremediablemente continuó subiendo la escalera.

La entrada es estrecha y se encuentra justo enfrente de la barra. Por su reducido tamaño hace que todo aquel que entra sea expuesto a todos los que están en el interior. Era un momento complicado, pues hasta ahora la gente a nuestro alrededor había sido poca. ¿Cómo reaccionaría todos los que estaban dentro al vernos? ¿Cómo reaccionaría Cocó al sentirse observada? ¿Cómo reaccionaría yo ante tan crítica situación? La parte más fácil se la llevaba Sui, que a ciegas solo le tocaba esperar.

No quise demorarlo y abrí la puerta de entrada, y tal como predije, varias personas miraron al instante. Tan pronto entraron tras de mi Cocó y Sui, las miradas casi fueron únicas para nosotros. Para no parecer nervioso y que la situación no se me fuese de las manos, recorté la distancia de la cadena para que ambas estuviesen más cerca de mi. El sentirlas a mi lado me hace fuerte y capaz de cualquier cosa. Como era de esperar Cocó volvió a sorprenderme. Por una parte acogía dulcemente con su mano guiando a Sui, y por otra caminaba altiva y desafiante. Dando a demostrar a todos los que allí estaban, que se sentía orgullosa de la situación: Siguiendo a su amo y recogiendo a su hermana.

En el centro de la sala hay una columna, lugar donde me acerqué y rodeamos con cierto aire de desfile. Era el momento de que todos nos viesen bien y no dejasemos dudas. Siguiendo hasta el final de la sala. solté la cadena sobre una barra  reposa-vasos  e hice que se pusieran una frente la otra. Noté como Sui estaba totalmente desconcertada y casi al punto de un ataque de nervios. Cocó por su parte controlaba perfectamente la situación. Y yo me sentía gigante.

Me coloqué detrás de Sui, levanté su inclinada cabeza, hasta estar paralela a la de Cocó. Lentamente le retiré el antifaz, procurando que su primera imagen fuese la cara de felicidad de Cocó. Y así fue. Levantado el antifaz el único gesto de Sui, fue el de girar la cabeza hacia mí y con su mirarme hacerme una solicitud. la cual no hizo falta que fuese pronunciada por su boca. Antes de que pudiese articular palabra, le dije: Si puedes besarla. Ambas se fusionaron en un beso de encuentro, de reconforte, de deseo.

Por un instante perdí la noción del espacio y del tiempo, no existía nada más que mis dos entregas zorras unidas en ese cálido beso.

Acto seguido y como ya saben hacer se colocaron una a cada uno de mis lados, momento que siempre aprovecho, para bajar mis manos por su espalda. Quiero comprobar como están de calientes y por discreto que pretendo ser, ellas han empezado a ser mucho más zorras de lo que hubiese podido imaginar. Tan pronto mis manos llegan al final de la espalda, al unisono se inclinan suavemente hacia delante para que yo pueda comprobar cuan mojadas, calientes y deseosas están ambas. 

Me encanta ese momento que las puntas de mis dedos corazón se mojan y queman con el deseo de mis zorras. Con la mirada fija en un punto de en frente, compruebo que mis zorras están listas para darme todo aquellos que hoy quiera pedirles.

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