jueves, 18 de julio de 2013

Un cafe III

No paró mi cabeza de planear mil situaciones durante el fin de semana. Mil preguntas sin respuestas bombardearon mi mente. Las no respuestas eran taladros que me impidieron vivir esos dos días de otra manera que no fuese más que en un mar de dudas sin resolver, envuelto en una densa nube de impaciencia.

Era lunes y decidí llegar a mi hora habitual para así poder volver a observar cada uno de sus movimientos y si cambiaría alguno. Todo y que yo no había planeado nada especial, no se porqué esperaba algo diferente.

Al llegar, el local estaba, como siempre a esa hora, casi vacío. Mi habitual mesa y la suya, también. Que lástima, pues aunque hasta ahora me gustaba el sitio donde se sentaba, ahora quería tenerla más cerca. Se me pasó por la cabeza sentarme en ella, pero creí sería un paso demasiado invasivo de momento. Si así fuese ya llegaría el momento de invadir su espacio.

Es cierto que me coloqué algo más al exterior. Quería dejar claro que la esperaba y que me viese nada más entrar, por lejos de la entrada que queda mi mesa. Así fue. Tan pronto se abrió la puerta, con su caminar firme, y sin bajar la vista, no tuvo que buscar mucho para encontrarme. Un saludo tímido al camarero y sorpresa, un guiño hacia mi. ¿Que extraño?. Siempre pareció mantenerse al margen. ¿Era la respuesta a mi descarada nueva posición?. No. La respuesta vino después al tomar asiento, cuando en vez de quedar casi de espaldas a mi, como es habitual, gira su silla y se queda casi en frente.

Tan pronto se sienta retira su rubia melenita, pero como siempre sin aclarar su cara del flequillo. En el que se esconde y entre el que mira a su alrededor. Aun así, no le sirve para que me de cuenta de que me mira discretamente, mientras yo no se donde mirar.

Una vez todo en su sitio,  me doy cuenta que dejas caer un papel al suelo. Mientras te agachas a recogerlo me miras de reojo pero sin esconderte.  Yo clavo mi mirada en ti, esperando a tus movimientos.  Mi sorpresa llega cuando, al incorporarte, deslizas tu falda hacia arriba,  haciéndome ver el final de tus medias.

Por suerte el local está prácticamente vacío y nadie ha podido ver mi cara de asombro y ese detalle de descaro en alguien aparentemente introvertida y tímida.  No dejas de sorprenderme.

Es el momento de tomar cartas en el asunto y ver qué y quien eres....

Me levanto de mi mesa con la firme decisión de acercarme a ti y sentirte más cerca. Quiero confirmar que lo que vi no es una ilusión mía. Me acerco a tu lado y pongo la excusa de necesitar un bolígrafo para acercarme. Me contestas con un: Pos supuesto!. 

Te giras levemente hacia la parte opuesta a la mía, donde tienes el bolso en una silla. Al girarte extiendes tu pierna opuesta hasta encontrar las mías. Al hacerlo, noto como con cierta presión las rozas, mientras te entretienes con tus manos sumergidas en el bolso.

TU: Por fin! Ya sabes como son los bolsos de las mujeres

YO: Ha valido la pena esperar

TU: Si que te conformas con tan poco

YO: Poco para quien no sepa apreciar los pequeños detalles.

Entre pregunta y respuestas, nuestros ojos uno fijos en los otros. Intensos y sin perder detalle a su expresión.

TU: Deja que pruebe si funciona, ya sabes que siempre que los necesitas no funciona.

Como era de prever, no funcionaba.

TU: probemos con un poco de calorcito.

Lentamente acercas la punta hacia tu boca. Te mojas los labios y entreabriéndolos, exhalas un pequeño soplo hacia la punta.

Mi sorpresa, que estaba inmerso en la deliciosa vista de tu boca, fue al notar como volvía a rozar con tu pierna las mías. Con un leve movimiento de caricia, que me indicaba que el acto de tus labios era una simple distracción para lo que realmente querías decirme.

Volviendo a probar y esta vez funcionando

TU: Ves! con el calor adecuado todo funciona.

YO: Ya veo que eso de dar calor se te da muy bien

TU: Se hace lo que se puede

Vuelvo a fijar la mirada en ti, al tiempo que me ofreces el bolígrafo. Al cogerlo extiendo más de lo necesario mi mano, para llegar a tocar la tuya. Al hacerlo, no la retiro enseguida. Quiero notar ese calor de ti.

Recojo y te doy las gracias.

YO: Es solo un momento. Ahora mismo te lo devuelvo.

TU: Todo ha de hacerse con el tiempo preciso. No tengas prisa.

Me giro lentamente y me dirijo a mi mesa. Casi puedo notar que sigues mirándome durante el tiempo que dura mi trayecto. Sin incomodarme no acelero mi paso, casi al contrario, mi caminar es más lento de lo habitual.

Me siento al tiempo que te miro y veo tus ojos tras tu flequillo, clavados en mi. Hago garabatos en un papel que justifiquen la petición que te hice. No me he dado cuenta y es la hora en la que sueles marchar. Creo que has leído mi mente, pues has mirado el reloj y en uno de esos actos casi reflejos, te has puesto a recogerlo todo.

No puedo dejar de mirarte. Tu lo sabes. Al salir de la silla para levantarte, abres descaradamente las piernas, y casi puedo llegar a ver tu ropa interior. Intencionadamente alargas el gesto, con la excusa de mirar si lo llevas todo. Incluso abres el bolso y remueves dentro de él.

Para mi desespero acabas levantándote, colocas tu abrigo, Pero en vez de marchar, te acercas a mi.

TU: No te preocupes. Ya me lo devuelves mañana.

YO: Gracias por todo. Ha sido un placer

Mientras te giras para marcharte

TU: me encanta que te gustase lo que has visto. A mi verte marchar y tu caminar me encandiló

Era cierto y no imaginaciones mías. Se había mostrado para mi, reclamando mi atención y fijado en mis movimientos. 

¿Y mañana?........

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