martes, 1 de marzo de 2011

Tomates en un super

Quizás parezca un extraño título, pero es una de las más especiales situaciones que me han pasado nunca. 

Hacía días que alguien a quien conocía de tiempo había, por decirlo de alguna manera, a estar de una manera más cercana, en mi circulo de amistades más cercano. Cada día me ilusionaba en encender el ordenador y esperar a que ella se conectase aunque solo fuese para decirle: Hola!

No tardamos en acercar nuestra confianza el uno al otro como si de algo natural se tratase, si bien hacia tiempo ya que habíamos coincidido, nunca habíamos hablado tanto. La escuchaba con sorpresa cuando me explicaba su situación actual, mezclándose en mi sentimientos de dolor, celos, deseo, ayuda, pena, rabia... y no entendía porqué, era alguien que prácticamente no conocía.

No tardamos en hacernos una promesa que hoy sigue siendo nuestra primera premisa. Confianza. ¡como ha cambiado el sentido de esta palabra en los últimos meses!

Tal era mi curiosidad, mi deseo, mi intriga por saber cuanto de real era todo aquello y cuanto de culpa tenía el deseo de mi imaginación, que le propuse conocernos en persona, pensado equivocadamente que tendría un no por respuesta.

Quería un encuentro diferente, sin premisas, sin más deseo que el ver sus ojos mirándome, sentir el calor de su piel, embriagarme de su aroma.

La verdad que el único y no gran problema era lugar y tiempo, pero se solucionó de fácil manera.

El lugar acordado era la estantería de los tomates en el supermercado de un área comercial. Ella debía esperarme allí y yo llegar. Mi intención fue siempre la de verla llegar y moverse, observar como si su nerviosismo me delataba la intensidad de su intriga. Luego acercarme a ella lentamente y preguntarle algo referente a los tomates.

Como ya me tiene acostumbrado el destino, no salió tal y como lo imaginé y deseé. El lugar era desconocido para mi, me perdí, me retrasé y tome el pasillo equivocado. Recuerdo buscar como un desesperado esos letreros que hay colgados en la pared indicándote que hay en cada pasillo, pero como es lógico, no iba a haber uno diciendo: Aquí los tomates para el señor.....

Sin encontrar un puñetero tomate en lata, ni estante que los contuviese, recuerdo el instante de llegar a ese pasillo y mirar al medio. Había visto fotos suyas, sabía de sobras que la reconocería, me era conocida, pero aunque no la hubiese visto nunca.... Nuestras miradas se cruzaron justo al mismo instante. No puedo decir que mostraban mis ojos, pero los suyos era un rotundo : Hola, por fin has llegado.

El acercarme a ella fue de la manera más patosa que pueda recordar nunca, me temblaba el cuerpo y mi procurar de andar sereno, más bien parecía el caminar de un despistado en medio de un super sin tomates.

Casi no pude darle los dos besos de rigor, era un manojo de nervios, nervios que hacía mucho tiempo no recordaba, tanto tiempo que me trasladaron a mi pubertad.

Decidimos ir a tomar un café. No teníamos mucho tiempo, a mi se me pasó como un instante y para ser sincero, no recuerdo casi nada de nuestra conversación, solo el deseo de que el tiempo no parase para que me diese tiempo a creérmelo.

Si patosa fue la entrada la salida no iba a ser menos. La acompañé a su coche, y al despedirme no sabía si, darle dos besos, solo uno en los labios, abrazarla, no hacerlo, salir corriendo, quedarme quieto y esperar. Dios con quince años tenía más decisión que en ese momento. 

De tripas corazón un leve beso en los labios, era un lugar público y teníamos que guardar apariencias. Cuando me daba la vuelta para irme no pude evitar girarme y rodeárla con mis brazos, intentando que desde fuera se viese como un simple abrazo de despedida, pero que para mi fue un entrar dentro de su ser.

Al separarnos y alejarnos el uno del otro,. no sin mil miradas, no podía sentir mas que vergüenza de mi penosa actuación. Había quedado como un patanata al que le había superado la situación.

Hoy es una de mis mejores experiencias vividas.  

3 comentarios:

  1. De patanata nada mi Señor,

    Lo que ambos sentimos ese día fue el ruido que hacia el camino que ante nosotros se abría, dos almas, que se creían extrañas, se encontraron y conectaron, dos almas que se han abierto, la una a la otra, un universo infinito.

    No recuerde ese día por la torpeza mi Señor, porque Su sumisa no lo recuerda así ^-^ Recuerda al igual que Tu, nada de la conversación… Tu rostro frente al mío, tus ojos en los míos… las palabras solo fueron el puente entre tu alma y la mía mi Señor.

    En la última mirada desde los coches… ya sabíamos que no sería la última ni la más sentida, aunque Te reconozco mi Señor… jamás pensé que sería tan feliz arrodilladla ante Ti

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  2. Lo primero,Señor Dimuniet, las gracias por complacernos con un nuevo comentario.Es un placer leerte.Gracias de verdad.

    Me siento una extraña en medio de los dos,pero no puedo dejar pasar la ocasión para,si los dos me lo permitís, dejar mi comentario.

    Os leo, y os siento,os veo en ese pasillo,reconozco esa sensación de nervios de "la primera vez" que lo ves, a él, al que sabes lo que te va a dar, al que tantas veces te has imaginado y deseado.La ansiedad te ahoga, el corazón lo notas en la garganta,hasta casi el tartamudeo, y ese temblar de piernas....de todo el cuerpo.

    Si, os veo y envidio ésa sensación.Lo desconocido, y a la vez, tan ansiado.

    Gracias a los dos,por compartirlo.

    Un beso.

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  3. Gracias a ti por leernos Boris,
    Nuestra felicidad es mayor cuando conseguimos contagiar algo ^-^
    No te sientas extraña, si disfrutas de nuestros relatos, es tu casa también.

    Disfruta este ^-^

    http://cielotierrainfiernodeatlantida.blogspot.com/2011/03/por-fin-tu-sumisa.html

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