miércoles, 26 de junio de 2013

Un café

Son ya los días más claros y el calor y sol empiezan a acariciar mi despertar. Como reloj suizo todos los días ocupo mi mesa del rincón.  Me aparta de todos pero me deja ver y  anticiparme a todo el que entra. 

Lugar perfecto para la observación.  Desde ese caballero que a prisas toma su café y recoge el bocadillo que después comerá,  hasta tú que cada día haces el mismo ritual.

Entras con una duda,  mitas a ambos lados y sonríes cuando descubre que tu rinconcito está libre. Colocas tu bolso con cuidado, te desprendes de tu ropa de abrigo, retiras la silla y te sientas despacio, sin hacer casi ruido. 

El camarero, sin preguntar, te sirve tu desayuno, un café con leche y un pequeño bocadillo. Casi sin levantar cabeza abres el portátil y ojeas los titulares mientras mordisqueas.

Nunca levantas la cabeza más que para coger el café. Algo que me permite observar detalladamente tu ritualidad. Siempre tan metódica,  siempre tan exacta. Sin dejar nada al azar. 

Sueles ser mi centro de atención Hasta el momento que, tomado el último sorbo, te levantas, recoges, pagas y marchas, con armonía, con un leve hasta mañana y sin mirar atrás. 

Como una secuencia escrita y definida tus movimientos son exactos día tras día, y yo mientras busco ese en el que repares en mi presencia.

Hoy me retrasé y tu ya habías llegado. Sentada en tu mesa con la cabeza sobre el periódico. Sabía que mi llegar, como el de otra tanta gente, no te sacaría de tu mundo. Al pasar junto a ti,  y para mi sorpresa,  mi buenos días hizo que por un instante despegases tu mirada del aburrido papel y girases tu mirada tímidamente hacia mi, asintiendo con la mirada. Inapreciable para todos, pero no para mi que esperaba un solo gesto y por fin había llegado.

No podía ser, después de tanto tiempo, solo unos buenos días habían conseguido lo que tanto esperaba. Una respuesta en ti para que supieses que estaba allí.

En un instante, en un segundo todo era diferente,  ya no era ese desconocido para ti. Te habías fijado en mi. A partir de ahí ya nada seria igual o al menos eso era lo que yo esperaba.

El resto del desayuno pasó sin mas transcendencia que la si ver si el volver a fijarte en mi se repetiría.

No fue así y como reloj suizo repetiste aquellos , movimientos que tan conocidos eran para mi. Por medio un fin de semana que se me haría eterno esperando ese lunes al que le planee un nuevo retraso.




martes, 11 de junio de 2013

De paseo con mis Zorras V

Decido que era el momento de saber hasta donde estaba dispuesta llegar nuestra pareja invitada. Me levanto al tiempo que noto como Cocó,  percatada del hecho,  sonríe esperando mi llegada. El trayecto hasta ellos se me hace eterno. Más aún cuando veo como Cocó tiene entre sus piernas las mano incisiva de la invitada, quien lejos de amedrentarse, parece tomar cartas en el asunto y no ser una mera espectadora.

Estoy cerca de ellos y casi puedo notar el intenso y excitante momento que se está viviendo.  Sui sigue poseída por la mirada de él. Con una mano de la invitada apretando su pecho. Su mano atada a Coco quemándose con el fuego de la invitada. Cocó sujetando la mano de la invitada en el pecho de Sui y con la otra atada a Sui, se humedece con el fuego del deseo de la invitada, quien no sabe donde prestar más atención,  si a la mano que sujeta el pecho de Sui, las manos de mis zorras que se adueñaron de su caliente y húmedo coño, o de la mano que tiene colocada en el ardiente coño de Cocó.

Todos intentando disimular moviéndose al mal ritmo de una música poco adecuada, pero que hace que los asistentes estén más por lo que pasa a su alrededor que por el baile.

Llego a ellos y hago un gesto de saludo y consentimiento hacia el invitado, quien responde con otro similar y sin mediar palabra. Paso mis manos por la cintura de mis Zorras. Noto como Cocó, que ya me esperaba, se estremece. Sui casi no ha notado mi presencia absorta por la situación. Subiendo mi mano izquierda desde detrás de la espalda llego a su pecho izquierdo y pellizco con fuerza su pezón. Ahora me ha reconocido la muy puta. Lejos de retirarse goza con el dolor, gira levemente su cabeza hacia Cocó y le muerde el hombro.

Noto como cocó tiene apretados los muslos en muestra del placer que está recibiendo de la mano de la invitada. Bajo mi mano por la espalda y compruebo como con habilidad, está jugando con Cocó, demostrándomelo al haberse mojado mi mano al mismo instante de llegar.

Me fijo en la mirada de sorpresa de la invitada, quien ha clavado su mirada en mí. Retirando mi mano de Cocó, coloco mis dedos mojados en su boca, al tiempo que le inclino la cabeza.

La situación está casi fuera de control. mis Zorras y la invitada están casi entregadas entre ellas, de tal manera que no se han dado cuenta que estamos a la vista de todos. Este hecho hace que acercándome al invitado le diga: ¿No crees que es el momento de hacer que estas Zorras pasen un buen rato y nos lo hagan pasar a nosotros?. Una respuesta firme, seca y de tono grave, me confirma por parte del invitado que está todo dispuesto para poder disfrutar de ellas.

Recojo la cadena que atan las manos de mis Zorras, no sin cierta fuerza y con el desespero de la invitada que disfrutaba de sus caricias. El invitado hace lo propio con su pareja. Les indico que pasen delante y nos lleven a la estancia que crea conveniente.

El invitado pasa delante cogiendo por la mano a su acompañante. Yo hago que mis Zorras pasen delante de mi sin dejar de controlar la cadena que las une. Mientras subimos las escaleras al hacer el giro, la invitada de detiene, se gira e inclina hacia mis Zorras, poniendo al descubierto sus voluptuosos pechos. Sui no se lo piensa y mete su cara entre ellos e invita a Cocó a que haga lo propio. 

Aprovecho que se inclinan para propinar un fuerte azote a cada una de ellas, al tiempo que les digo: Como me encanta que seáis tan putas. No sabéis lo orgulloso que estoy de vosotras. Su reacción es aun si cabe más expresiva con mis palabras que con mi azote. Algo que aún me gusta más.

El invitado reclama a su pareja para continuar el trayecto hasta la sala escogida. Al llegar a la entrada se cerciora de que está vacía y será de momento solo para nosotros, pues no está permitido negar el acceso a nadie.

Tan pronto entra y se acerca al gran sofá, acompaña empujando a su pareja. La deja tumbada hacia arriba, prácticamente le arranca las bragas y le abre las piernas, dejando al aire un sonrosado y húmedo coño. Me mira y me lo ofrece. 

Mi gesto lo deja algo descolocado, pues en vez de disponer del coño de su acompañante, dirijo mi mirada a mis Zorras y les ordeno: Quiero que los gritos de placer de esa Zorra me dejen sordo. Portaros tan mal como sabéis y volverme a sorprender.

Tanto Cocó como Sui, sabían lo que quería. Y como perras de presa se inclinaron hacia la invitada. Una por cada pierna, alternando caricias hacia ella con caricias entre ellas. Cocó dominante la inmoviliza, al tiempo que con Sui se la comen. 

El invitado atónito por mi decisión se ha quedado inmóvil. Ahora soy yo quien le invita a que pruebe a mis Zorras. Me mira más sorprendido aún y mira los culos de mis Zorras sin saber por cual decidirse. El incesante contoneo de Cocó hace que se decida por ella.

Cocó se sorprende pues no reconoce esa boca en su coño. Él la coge fuertemente por las piernas mientras la empuja contra él. Esto hace que Cocó descuide el trabajo sobre la invitada, lo que aprovecha Sui para quedarse a las puertas del coño de la invitada. 

Ese instante de duda lo rompo con un sonoro y fuerte azote en el culo en pompa de Sui. me encanta ver como goza de mis azotes. Sin más Sui hace suyo el coño de la invitada que empieza a gemir de manera continuada y cada vez más alto. Esto hace que Cocó se deje ir y como viene siendo habitual busque el cuerpo de Sui, mordisqueando sus pezones erectos al tiempo que con su mano busca pellizcar su clítoris.

Ante los gemidos de todas, el invitado decide cambiar de coño y tomar el de Sui. Quien sin rechistar la recibe. Está tan caliente que difícilmente puede negarse a nada. Momento que aprovecho para tomar por detrás a Cocó que al notar como la penetro empieza a correrse, pidiéndome que no pare y que empuje fuerte. 

La excitación de Cocó hace que Sui enloquezca y lo exprese en la invitada, quien hace ya tiempo está gimiendo como una posesa, a tal volumen que está llamando la atención de otros asistentes que pasan por la puerta de la sala en la que nos encontramos.