viernes, 31 de mayo de 2013

De paseo con mis Zorras IV

El lugar y sobretodo la compañía,  hacia que todo fuese un sueño hecho realidad.  Esas dos magnificas zorras a mi lado dispuestas todo lo que se le antojase y mi mente cada vez más perversa. Con ganas de experimentar y hacer que mis zorras viviesen un día y una experiencia inolvidable. 

Tan pronto observe que empezábamos a el centro de atención, creí oportuno poner a prueba a Sui y saber hasta donde era capaz de obedecer. Sabiendo de ante mano que cuanto más le exiges más zorra se pone, mire por la sala buscándole una presa que conseguir. Me costó un poco encontrar a una pareja que me pareciese pudiese entrar en el juego, tratando de no molestar a nadie.  

En la otra punta de la sala, hay unos sillones blancos y bajos.  En ellos una pareja.  Él de unos 35, de tez blanca, pelo oscuro y ojos claros.  Fornido vestido muy al día.  Sin ningún detalle que le hiciese destacar a no ser por su tranquila pose. Se notaba que era un habitual.  Ella era extremadamente joven.  Sobre unos 23. De mediana estatura, pelirroja y voluptuosos pechos.  No se encontraba tan cómoda como el.  Seguramente no sería su primera vez pero no parecía acostumbrada a la situación.  

Me acerqué al oído de Sui y susurrando le dije,: estaría bien comerse un coñito rojo. Como una verdadera depredadora buscaba con su mirada de deseo descontrolado, esa pieza a cazar que yo le indicaba.  Una vez vista, se giró a mi sonriendo pícaramente. Esa era una manera de saber que él le atraía.

Sin vacilar levantó si mano lo suficiente como para que todo el mundo supiese que estaba atada, esperando a que yo la librase para lanzarse a la caza. Cocó que había estado muy atenta a todo pero no pudo oir mis palabras, no lograba saber de mis intenciones. La sorpresa de Sui fue al indicarle que no iría sola, Cocó la acompañaría. Creí notar un apretar de piernas en Sui, la muy zorra se había excitado con la idea.

Sin bajar la mano,  Sui recorre con su mano libre, la longitud de la cadena que la une a Cocó hasta llegar a la pulsera represora. Consigue con ello demostrar que se siente orgullosa de estar atada a las ordenes de su Amo. Suelta la cadena para con su mano atada, coger la de Cocó. Apretándola fuerte le indica que la acompañe. Cocó sabe que algo tramamos y se deja llevar. 

Mientras recorren la sala, cogidas de las manos atadas como pareja de deseo, con la cadena que las une casi rozando el suelo, son observadas por todos, pero sobretodo por mi. Que orgulloso me siento de ellas. Con un contoneo en perfecta armonía y de precisa coreografía,  se dirigen a la zona de los sillones en busca de la pareja que le indiqué a Sui.

Son perseguidas por las miradas de casi todos los asistentes. En muchos se adivina una mirada de sorpresa.  En otros el deseo de poder poseérlas.

Ellas siguen su camino en una línea recta perfectamente definida,  lo que alerta a Él de que pueden ser la razón y destino del paso controlado de ellas.

Cuando apenas faltan tres metros para llegar, Él se levanta y hace que ella haga lo propio.  En ese momento se pasa por mi cabeza la idea de que quieran marcharse. Pero mis zorras no modifican su ritmo provocador hacia ellos.

Me equivoqué.  Lejos de irse,  esperan la llegada de ellas. Se paran tan próximos a ellos que casi pueden rozarse.  No están frente unos a otros.  Cuidadosamente mis zorras se han desviado sutilmente hacia Ella que algo abrumada por la situación intenta distraer su nerviosismo tocando su roja melena.

Cocó toma la mano nerviosa de Ella y con la sensualidad que le caracteriza, la coloca sobre el pecho de Sui, quien arquea ligeramente su espalda hacia atrás en señal de agradecimiento y placer.  La Invitada, para mi sorpresa,  lejos de retirar su mano,  presiona ligeramente el pecho de Sui al tiempo que con la otra mano,  busca la espalda de Cocó.

Entreveo una mirada de Él, buscando la mía para conocer mis intenciones. Al cruzarse hago un asentimiento de reconocimiento con mi cabeza. Veo una sonrisa de satisfacción dibujada en su cara, al tiempo que cogiendo la cara de Sui por su barbilla, la gira para mirarla directamente. Noto como Sui se eriza, al tiempo que Cocó, con su insaciable curiosidad, también gira su mirada hacia Él. 

La invitada, busca el provocador de la situación al tiempo que Cocó, con dos dedos de la mano derecha hace girar su clara tez hacia ella. No quiere que me encuentre. Planea su propio entramado en este juego de deseo y sorpresas. Mirándola a los ojos, parece decirle: No puedes saber quien es nuestro Amo todavía. Hemos de prepararte para él. Dicho esto sus dedos recorren el cuello de la Invitada en caída directa a ese provocador canalillo que esconde bajo su blusa blanca.

Cocó me sigue asombrando. Es difícil ver en ella lo que va a hacer, más aún actuando con otra mujer que no sea Sui. Su declarada heterosexualidad a los cuatro vientos, la traiciona delante de Sui y hoy me demuestra una vez más, que es cumplir mis deseos su primera prioridad

Sin detenerse y casi de forma mágica, desabrocha el botón que impide ver la ropa interior de la Invitada. Ésta, ha perdido el nerviosismo del principio y también la necesidad de comportarse delante de desconocidos. Abierto el botón una delicada puntilla da inicio a una delicia de raso.  

Sui que sigue atraída por la presencia del Invitado y para no hacer sentir exclusión a su pareja, aprieta aún más la mano que la une a Cocó. Y como para ella es imposible resistirse a sus deseos, busca con su mano atada la entrepierna de la Invitada, al tiempo que con la otra aprieta la mano que Ella tiene en su pecho.

Él, sistemáticamente busca mi aprobación en cada uno de los momentos que se suceden. Es respetuoso y deja que ellas tomen la iniciativa. Pero no puede retenerse y une su mano izquierda a la que Sui sujeta la de la Invitada sobre su pecho izquierdo, para discretamente buscar el derecho que con pezón erecto reclama  atención. 

La Invitada notando la proximidad de las manos unidas de Cocó y Sui, se entrega a que noten su fuego de deseo. Perdida su atención entre la mano que aprieta Sui contra su pecho, y los dedos incisivos de Cocó que decidieron encontrar uno de sus sonrosados pezones; cierra parcialmente sus ojos al tiempo que muerde sus labios en señal de estar perdiendo los papeles.

Cocó gira su mirada hacia Sui y después hacia atrás buscándome. Reclama de mi atención y de mis indicaciones. Cruza su mirada con la mía. Noto como sus ojos me preguntan......



martes, 28 de mayo de 2013

De paseo con mis Zorras III

El acceso a la parte de la discoteca requiere bajar dos pisos, por una escalera no demasiado ancha. En el trayecto coincidimos con una pareja que subía. El iba delante y pasó casi bajando la cabeza, ella sin embargo parecía que sus ojos saldrían de sus órbitas. Estaba asombradísima y al pasar al lado de Cocó y Sui casi no podía creerse lo que veía. Me giré y en ese pequeño espacio me dio para coger la mano de Sui y hacer que acariciase el brazo de la desconocida. Cocó y yo pudimos ver como se erizaba todo su cuerpo al tiempo que su acompañante la reclamaba. Ella quería resistirse a abandonar el tacto de Sui, pero irremediablemente continuó subiendo la escalera.

La entrada es estrecha y se encuentra justo enfrente de la barra. Por su reducido tamaño hace que todo aquel que entra sea expuesto a todos los que están en el interior. Era un momento complicado, pues hasta ahora la gente a nuestro alrededor había sido poca. ¿Cómo reaccionaría todos los que estaban dentro al vernos? ¿Cómo reaccionaría Cocó al sentirse observada? ¿Cómo reaccionaría yo ante tan crítica situación? La parte más fácil se la llevaba Sui, que a ciegas solo le tocaba esperar.

No quise demorarlo y abrí la puerta de entrada, y tal como predije, varias personas miraron al instante. Tan pronto entraron tras de mi Cocó y Sui, las miradas casi fueron únicas para nosotros. Para no parecer nervioso y que la situación no se me fuese de las manos, recorté la distancia de la cadena para que ambas estuviesen más cerca de mi. El sentirlas a mi lado me hace fuerte y capaz de cualquier cosa. Como era de esperar Cocó volvió a sorprenderme. Por una parte acogía dulcemente con su mano guiando a Sui, y por otra caminaba altiva y desafiante. Dando a demostrar a todos los que allí estaban, que se sentía orgullosa de la situación: Siguiendo a su amo y recogiendo a su hermana.

En el centro de la sala hay una columna, lugar donde me acerqué y rodeamos con cierto aire de desfile. Era el momento de que todos nos viesen bien y no dejasemos dudas. Siguiendo hasta el final de la sala. solté la cadena sobre una barra  reposa-vasos  e hice que se pusieran una frente la otra. Noté como Sui estaba totalmente desconcertada y casi al punto de un ataque de nervios. Cocó por su parte controlaba perfectamente la situación. Y yo me sentía gigante.

Me coloqué detrás de Sui, levanté su inclinada cabeza, hasta estar paralela a la de Cocó. Lentamente le retiré el antifaz, procurando que su primera imagen fuese la cara de felicidad de Cocó. Y así fue. Levantado el antifaz el único gesto de Sui, fue el de girar la cabeza hacia mí y con su mirarme hacerme una solicitud. la cual no hizo falta que fuese pronunciada por su boca. Antes de que pudiese articular palabra, le dije: Si puedes besarla. Ambas se fusionaron en un beso de encuentro, de reconforte, de deseo.

Por un instante perdí la noción del espacio y del tiempo, no existía nada más que mis dos entregas zorras unidas en ese cálido beso.

Acto seguido y como ya saben hacer se colocaron una a cada uno de mis lados, momento que siempre aprovecho, para bajar mis manos por su espalda. Quiero comprobar como están de calientes y por discreto que pretendo ser, ellas han empezado a ser mucho más zorras de lo que hubiese podido imaginar. Tan pronto mis manos llegan al final de la espalda, al unisono se inclinan suavemente hacia delante para que yo pueda comprobar cuan mojadas, calientes y deseosas están ambas. 

Me encanta ese momento que las puntas de mis dedos corazón se mojan y queman con el deseo de mis zorras. Con la mirada fija en un punto de en frente, compruebo que mis zorras están listas para darme todo aquellos que hoy quiera pedirles.

lunes, 27 de mayo de 2013

De paseo con mis Zorras II


Una vez fuera del coche, tomo la otra pulsera y yo mismo la coloco en la mano izquierda de Cocó, al tiempo que les susurro: Ya están mis zorras listas para el paseo. En ese instante y dada la extrema inquietud de Sui, hago que coja la mano de Cocó. Instante en el que veo perfilar una sonrisa de gratitud.

Cojo la cadena que las une y que al cogerse ellas de la mano hace que se cree distancia suficiente para que yo pueda ir por delante de ellas casi un paso y medio. El trayecto hasta el local concertado es de unos setecientos metros, y mientras caminamos hacia la entrada puedo ver las distintas reacciones de la gente que se cruza ante nosotros.

Me causa una extraña y buscada sensación de superioridad la mirada de una pareja entrada en los cuarenta. Él, un fornido varón elegante y de clase se le entrevé una mirada entre asombro y envidia. Ella casi sin mirar, veo como se muerde los labios ¿le gustaría ser ella quien fuese paseada?. Seguramente si.

Llegamos a la entrada y pulso el botón del interfono que nos da acceso al local. Tras pasar la entrada y cruzar un pequeño patio, accedemos al interior, donde una azafata, con cierta sorpresa, nos da la cordial y discreta bienvenida que es habitual en este tipo de locales.

Después de desprendernos de las simple prendas de abrigos que nos cubren, descubro como Cocó y Sui han coincidido en la vestimenta. Un semitransparente salto de noche oscuro que justo cubre el final de sus medias. Quiero reconocer una picarona sonrisa de la azafata.

Nos dirigimos a la barra de la entrada para pedir nuestra primera copa. Una crema de whisky con hielo para Cocó. Un vermout rosso con hielo para Sui y un whisky de malta con un hielo para mi. La camarera tampoco es indiferente a la situación. Al otro lado de la sala hay una mesa de billar y se me ocurre que qué mejor vista que la de ver una mujer jugando, inclinando su cuerpo y dejando ver la total longitud de sus piernas. Dicho y hecho. Desato a Cocó, mientras me siento en un taburete alto con Sui de pié e inmóvil a mi lado tirando en corto de la cadena.

Si algo sabe hacer bien Cocó es Zorrear, moverse para ser vista, para ser deseada. Mientras juega cada bola, acaricia el taco con descaro y casi de manera pornográfica, provocando que los otros tres hombres en la sala no puedan evitar abandonar su mirada en ella, que dando vueltas alrededor de la mesa, parece una felina en pleno celo. Ellos descuidan las miradas de sus acompañantes que sienten celos, por no poder reclamar la atención de sus acompañantes. Algo que hace que Cocó se comporte como una encantadora de serpientes, siendo el resto de hombre y yo mismo, la cobra que no puede dejar de mirar.

Noto como Sui empieza a inquietarse, y doy un tirón seco de la cadena. No es otro momento para ella, que el de vivir la impaciencia sin saber que está pasando a su alrededor y esperando de mis atenciones u órdenes.

Acabo el ultimo sorbo de mi copa y hago un gesto a Cocó. Lo reconoce y dejando cuidadosamente el taco encima del tapiz verde botella, recorre la mesa haciendo caer por la tronera extrema a su posición las bolas que aún quedaban encima de la mesa, chocándolas y provocando el característico ruido. Tal posición deja al descubierto ese redondito y duro culo. Es justo el momento que recibe la atención de la mirada de todos. Noto la excitación en ellos, alguno les resulta difícil resistirse a no dejar a su acompañante y proponerse a ellas. Dos de las acompañantes femeninas hacen cara de enojadas. La tercera no se cree lo que ve.

Al llegar a mi y para sorpresa de los que no se habían fijado, vuelvo a atar a cocó junto a Sui. Cocó ha notado la impaciencia e intranquilidad de Sui y con la mirada me solicita permiso para besarla. No puedo negarme, me encanta esa imagen. Más aún cuando el revuelo que provoca sobre los asistentes, incomprendido por mi parte para gente que accede a este tipo de locales, me hace ser el centro del deseo de ellos.

Calmada Sui y calientes ambas, decido coger la cadena, levantarla lo suficiente para que sea vista por todos, y tirar de ellas para que me sigan hacia la discoteca. Cocó cuida con mimo de Sui, que con su antifaz no puede ver donde está.

viernes, 24 de mayo de 2013

De paseo con mis Zorras

Es justo esa hora magnifica del día, cuando el sol empieza a despedirse anunciando la llegada de la mágica, enigmática y mística noche.

He quedado en recoger a mis dos Zorras para dar un paseo y mostrarlas al tiempo que presumo de ellas. Es una experiencia nueva tanto para mi como para ellas.

Les ordené a ambas que se vistiesen para la ocasión. De oscuro, con medias también oscuras, tacones y pelo recogido en cola.

Como es habitual recojo siempre primero a Cocó, que en esta ocasión es las más rehacia al acto. No está muy convencida, pero esta vez es por dar satisfacción a Sui.

Como buena sumisa ha aceptado sin rechistar. Se que al final será ella la que más disfrute y yo con la sorpresa de ver, que por mucho que al principio parezca que no va a ser aceptado, lo disfruta hasta sorprenderse.

Le aviso de que he llegado y la espero. Me encuentro a unos doscientos metros de la entrada. Expresamente no me he colocado justo enfrente para poder saborear su caminar nervioso, pero siempre tan elegante.

Sin demora veo como asoma su cabeza y busca nerviosa mi coche. En primera vez no lo encuentra, le ciega la impaciencia. En una segunda me encuentra, y para mi sorpresa, no camina más rápido de lo habitual. Con ese caminar elegante se dirige a mi, y yo disfruto viendo como se acerca a mi. Sabe que la observo y se recrea luciéndose para mi. Algo que le agradeceré más tarde. 

Me bajo para abrir la puerta del coche y acompañarla a sentarte. Como muy buena zorra que es, me deja entrever que ha cumplido a rajatabla mis ordenes, y veo el final de sus medias. Una gabardina cubre su cuerpo sin dejarme ver más allá.

Ocupo mi lugar, al tiempo que arranco el coche y pongo algo de música instrumental y suave. Cocó inmóvil y correctamente sentada detrás, no se atreve a cruzar la vista por el retrovisor para mirarme. Sabe que con detalle repaso cada uno de sus detalles. Bajo el retrovisor y como por instinto la muy zorra abre un poco las piernas. Tiene la maravillosa habilidad de leer mis pensamientos y concederme cada uno de los deseos que corren por mi cabeza. Vuelvo a colocar el retrovisor en su sitio y emprendo la marcha en busca de Sui.

Durante el trayecto, pierdo en varias ocasiones mi vista para intentar cruzar su mirada, sin resultado. Está muy bien educada y tiene la mirada perdida. Como me encantaría saber que pasa por su cabeza en ese momento.

Hago saber a Sui que hemos llegado. Pero mi actuar sin que ella lo sepa va a ser diferente.  Aparco justo frente a su portal y por la ubicación de este, me permite que justo en el momento que aparece, le cubra los ojos. No ha tenido tiempo de ver absolutamente nada, y se ha sobresaltado muchísimo  Es normal no lo sabía. Para evitar que temiese cualquier error, mientras la cubría le he susurrado: No te preocupes mi pequeña zorra. Deja que te guíe al coche. Allí hay alguien que te espera. 

Abro la puerta del coche y la ayudo a sentarse junto a Cocó, quien sabe ha de estar completamente en silencio. Realmente Sui no sabia nada de lo que iba a pasar. Cocó tenía ordenes explicitas de no comentar nada con ella. 

Una vez sentada y Cocó inmóvil a su lado, le coloco los pies y las piernas y aprovecho para ver si también cumplió con mis ordenes. Sui es algo menos obediente, pero esta vez había correspondido a mis peticiones. 

Volví a poner el coche en marcha, al tiempo que le indico a Sui, que por nada del mundo se mueva, de lo contrario pararé el coche y le haré bajar. Por mi tono sabe que hablo muy en serio y se que será obediente. 

Esa es la señal que reconoce Cocó para sacar una cadena metálica, con una pulsera de piel a cada extremo. Que se abrochan cerrándose con un pequeño candado. La saca, siguiendo mis ordenes, muy despacio de su envoltorio para que con el ruido Sui centre su atención en él. Una vez completamente fuera, coge una de las pulseras y la coloca en la mano derecha de Sui. Quien al oír el clic del candado hace un gesto de sorpresa. Todo ello sin rozar con su piel, parte alguna de la piel de Sui. Podría reconocerla y no es ese mi deseo. Incluso hice cambiar de perfume a Cocó para evitarlo.

Después de unos veinte minutos hemos llegado al destino. Aparco el coche. Acompaño a Cocó para que salga de él y juntos nos dirigimos a la puerta de Sui, para ayudarla a salir. Sigue sin poder ver nada y eso dificulta sus movimientos pero se que es lo que más la excita.....





jueves, 23 de mayo de 2013

Cocó y Sui. Una noche mágica IV

Era el momento de cumplir deseos. De su caja saque lentamente un collar de piel negro con una argolla en la parte de delante, por la que pasaba una cadena con brazaletes a cada extremo. 

Era uno de los deseos de Cocó, sentirte atada. Me acerqué a ella y empecé por la pieza del cuello, tratando de que se le ajustase pero sin apretar en exceso. Mientras colocaba el primer de los brazaletes, noté la inquietud de no saber que estaba pasando, en Sui. No veía nada y prácticamente solo se oía la música de fondo y leves susurros míos.

Colocado el segundo brazalete, la imagen era mágica. parecía como si Cocó siempre lo hubiese llevado y hubiese sido hecho para ella. Quise compartir la imagen con Sui. Las coloqué una delante de la otra y yo detrás de Sui. Ella sin moverse, mientras yo le levantaba el antifaz que le cubría los ojos. Al tiempo le susurraba: Mira que preciosa está. Cual fue mi sorpresa al notar el estremecer de Sui ante tan suprema imagen. no pudo contenerse y casi tuve que cerrar su boca de admiración. Solo podía asentar con la cabeza.

Volví a colocar el antifaz de Sui en su sitio. Cocó mientras tanto estaba impaciente por verse. Algo que por supuesto no le permití de momento. Una excitada por no poder ver y la otra de la imagen vista, estaban tal y como yo quería y era el momento de disfrutar de ellas.

Así pues y para ver cumplidos mis deseos las hice inclinarse a ambas hacia delante sobre el respaldo del sofá, quedando sus exóticos, sabrosos, excitantes y deseados culos, al desnudo, uno al lado del otro y ambos para mi.

Les separé algo las piernas, mientras les ordenaba que no se moviesen  Pude observar como volvían a cogerse de la mano. Un acto que me encantó, que compartiesen esa complicidad desde el primer momento.

No puede esperar, quería saborearlas, y en esa postura, el acceso es atrayente e invita a perderse en él. El sexo de Cocó se entregaba a mi sin condiciones. Notaba como le gustaba que mi lengua jugase con él. Es simplemente tan embriagador, que invita a abandonarte en él por el tiempo infinito. Al tiempo que disfrutaba, mi mano derecha no se olvidaba de Sui, quien impaciente y alerta, se estremecía a cada ahogado gemido de Cocó. Es imposible cansarse de él. Te acoge con todo el calor del deseo, el sabor de la dulzura y la locura del placer. Paré antes de que pudiese tener un orgasmo, algo muy fácil en ella, pues tiene la gran virtud de llegar a ellos con muchísima facilidad y tantas veces como yo desee.

Era el momento de probar a Sui. Solo lo depositado en mis dedos sabia de ella  y ahora quería reafirmar esa primera sensación de ser agradablemente reconocida. Noté como al acercarme quiso cerrarse un poco. Se que por la sorpresa y no por pudor. Es una verdadera zorra. Provocó tuviese que abrirla y separarla bien con mis manos. Algo que noté como agradeció. Y de nuevo esa extraña sensación de un sexo no desconocido. De diferente sabor, algo más ácido, pero igualmente agradecido a mis atenciones. Comprobé lo rápido que se entrega Sui y lo reconfortante para mi que eso es.

Una imagen había estado rondando mi cabeza sin parar los días previos al encuentro y sin pedirlo se hizo realidad. Me incorporé, les ordené que hiciesen lo propio y les quité el antifaz. Me senté en el sofá y sin darse cuenta una de la otra ni yo mismo, y como piezas de imán que no pueden evitarlo, se acercaron la una a la otra, sin mediar palabra empezaron a jugar entre ellas. 

No solo representaba el mayor de mis deseos, por ver esas dos preciosas diosas entregada a mí, sino también por ver como comportándose como ZORRAS, con mayúsculas, disfrutaban la una de la otra. Algo impensable para mi por parte de Cocó, quien siempre había declarado abiertamente su reticencia a entregarse y entregar a otra mujer. 

Ellas no vieron lo que estaban haciendo, no creo que entendiesen la magnitud, ni tan siquiera mi expresión de satisfacción.

Suí recorría el pícaro cuerpo de Cocó, quien sin poderlo evitar explotaba en deseo, llegando a perder la verticalidad, vencidas sus piernas en el incansable y magnifico acoso de Sui.

Disfruté, gocé, engrandecí y sentí como el gran dragón volvía a desplegar sus alas....



Un dragón herido

"El con piel áspera y de un grosor tan profundo que es casi imposible herirlos con un arma. Sus escamas están ordenadas de tal modo que forman una especie de armadura cutánea que no permite el acceso de nada del exterior, pero que también impide, virtualmente, que algo del dragón escape por ahí. Los dragones no lloran, ni sudan. Con la edad esta coraza se endurece hasta que se vuelve, casi literalmente, una piedra agonizante.

Sólo hay un modo de vencer a un dragón y es conseguir despojarlo por completo de su piel. No es una labor sencilla, pero hay quien afirma que una vez conseguida la hazaña uno descubrirá un pequeño animal, sensible y amable, al que se le puede ayudar a no volver a formar una coraza tal, bañándolo en agua a la luz de la luna llena."


La herida del pecho es profunda. En él clavada aún el arma que consiguió atravesar su coraza. La mira, la observa atónito, desconcertado. No es su primera herida. No es su primera derrota. No es su primera batalla. 

Pero no todo pasa como debería, un alma llega y trata de despertar al dragón , hace lo que puede para revivir al agonizante dragón día y noche está ahí lo cuida, ¿lo protege?, ¿por qué lo hace?, Solo cronos lo sabe.
Le da del bálsamo mágico, a veces en la boca, e l dragón algunas veces se niega a tomarlo pero ella siempre logra que lo tome.
Tanto tiempo han pasado juntos, ella cuidándolo, aunque realmente quien la cuida es el dragón pues ya nadie se atreve a hacerle daño por no perturbar al dragón. Quienes han visto luchar al dragón creen que ella distrae su atención, que le quita el tiempo necesario para que este se prepare para la gran batalla.
Pero se equivocan, lejos de quitarle el tiempo cada segundo que pasa con él alivia al dragón, poco a poco este recupera confianza sabe que la batalla está próxima, que en los últimos combates apenas y a ganado e incluso en 2 perdió y una casi le cuesta la vida.
Pero ella está ahí, día y noche lo consuela y consiente como a un niño pequeño, hace reflexionar al dragón, hace tiempo que nadie veía más allá de su ser, en las profundidades de sus ojos. Y él a su vez la mima como a una niña. La gente los mira extrañada, muchos creen que deberían competir por algo, pero a quien le importa.
Ella incluso hace dudar al dragón pues le habla como si pudiera ver su alma, como si conociera lo que realmente hay en el corazón de aquella incomprendida bestia      .
Ella lo abraza y arranca lágrimas, si lágrimas de los ojos de dragón, algo que hacía milenios no pasaba, algo que hacia tanto tiempo no pasaba, lágrimas, Lágrimas si lagrimas de dragón, descubrir que realmente tienen sentimientos despierta algo en el interior del dragón.
 Y ella lo abraza y lloran, lloran juntos, lágrima a lágrima el dolor se va, llanto a llanto la pena se aleja, la alegría reina el recinto y el abrazo parece eterno, ninguno lo cree, las lagrimas cesan, una sonrisa crece, la luz del corazón del dragón se enciende de nuevo.
Ella sigue ahí, siempre estará ahí, para defender al dragón, él comprende de qué forma ella lo protege, en realidad protege su alma, pues a pesar de ser un fiero dragón su alma es frágil muy frágil.
La batalla se acerca, el enemigo se mofa del dragón, este quiere trabar combate de inmediato pero ella apacigua su alma, controla sus impulsos no está listo para la batalla aún. A pesar de su orgullo el dragón lo entiende y se retira, el momento aún no ha llegado debe esperar el momento oportuno.
La gente cree que solo pierde el tiempo, que tan solo prolonga lo inevitable, pero ella confía en él y toda esa confianza el dragón la recibe para si mismo, ahora la luz de su corazón de dragón brilla, brilla más que nunca y él lo siente, y ella lo siente y la gente no lo entiende.
Como puede irradiar tanta luz si a los ojos de la gente a perdido la gloría, pero ella sabe que la gente se equivoca y el dragón percibe eso y le ayuda. Y sus habilidades mejoran día a día, noche a noche y ellos juegan, juegan como niños, la gente de nuevo la gente, a quien carajos le importa la gente, ellos solo juegan.
El enemigo observa y cree que solo pierde el tiempo, pero el dragón sabe que en el fondo siempre está listo para la batalla, en realidad se prepara ella lo prepara y gracias a ella está listo para lo que sea, va por un ganar ganar, con ella a su lado espera el momento de la batalla.    
  
011110

jueves, 16 de mayo de 2013

Cocó y Sui. Una noche mágica III

Que difícil me resultaba no abalanzarme sobre ellas y dejar sin control la velada. Pero no podía ser. La noche, la situación y ellas era un regalo excepcional que tenía que desenvolver con delicadeza para poder disfrutar cada detalle.

Las dejé a cada una con un pecho casi al descubierto, dejando que la costura del salto de cama no pudiese subir al tropezarse con esos pezones erectos y provocadores, que insistentemente reclamaban mi atención.

Me dirigí a la mesa para coger la fusta y volviendo a circular sobre ellas, las iba tocando por sorpresa. Casi notaba como saltaban a cada toque de fusta. Eran suaves, pretendía que el sobresalto a recibir fuese por desconocer la procedencia más que por el dolor. Eso era para otro momento.


Me encantó el momento en que les insistía con la fusta que abriesen las piernas, pero fue aun mejor cuando decidí agacharme y colocares yo las piernas. Un poco separadas, sin exceso y los pies bien rectos. La imagen era espectacular. Esas largas piernas bien esculpidas envueltas en las medias negras y tacones altos.

Volví a colocarme de pié y empecé a pasar la fusta por el bajo de esa preciosa prenda que ellas vestían, dejando al descubierto la puntilla de las medias. Difícilmente explicar todas las sensaciones que recorrían mi cuerpo. Reconozco que si algo me encanta es mirar a una bella mujer mientras está rendida a mis deseos. Imaginar que podía sentir, siendo dos magnificas, excitantes y deseosas zorras.

Cuanto más subía la fusta a la entrepiernas más nerviosas se ponían ellas, y mayor era mi deseo de saber que secreto guardaban para mi. Habían seguido mis órdenes estrictamente y ninguna de ellas llevaba ropa interior

No podía aguantar más, estaba a punto de explotar, quería sentir en mi piel el fuego de su deseo. Así que dejé la fusta a un lado, y colocándome delante de ellas, justo en medio, coloque mi mano izquierda en Cocó y la derecha sobre Sui. Desde el interior de la rodilla y empecé a subir. Por mucho que intenté alargarlo, mi impaciencia me perdía. 

Llegué un instante antes a ese delicioso, jugoso, ardiente y siempre húmedo coño que tiene Cocó. Fue alucinante, estaba casi, casi goteando. Ardiendo como puro fuego. No hizo falta buscar para encontrar ese regalo que tanto priorizo. 

Sui me sorprendió. Estaba completamente cerrada, algo fría y seca. Una terrible sensación me erizó la piel, al pensar por un instante que no estaba logrando que ella disfrutase del momento. Pero solo fue un instante. Bastó con presionar un poco para que de inmediato se abriese lo justo para que mi dedo corazón fuese recibido. Casi dio la sensación de ser absorbido. En el interior encontré ese fuego que tanto esperaba.

El siguiente movimiento era inevitable, y fue el de llevar mis dedos a mi boca, para en el caso de Cocó reconocer una esencia que siempre consigue transportarme al paraíso del deseo, y en el caso de Sui el de aprender una esencia nueva. Más seca pero extrañamente muy agradable. 

Repetí el acto de llenar mis dedos de ellas, pero esta vez los coloque en sus bocas al tiempo que les decía: Ten y prueba lo deliciosa que estás.

Seguidamente me coloque detrás, siempre he preferido acceder desde atrás y esta vez no iba a ser diferente. Fue entrar en ellas con mis dedos, y esta vez con mayor profundidad y empezar a llenarse mis manos de su esencia. No era pisar el paraíso de puntillas, era entrar arrasando. Esos cuerpo ya empezaban a no permanecer inmóviles, reaccionaban a mis dedos sin remedio. No podían disimular que el deseo les perdía.

Cada instante, cada movimiento, cada gesto y cada respuesta necesitarían de un millón de palabras para describirlos y aún así sería imposible expresar su magnitud.

El gozo en mi: ver esas dos majestuosas mujeres, altivas damas, exuberantes cuerpos, y ardientes zorras a mi entera disposición. 

Y lo mejor estaba por llegar....

domingo, 12 de mayo de 2013

Cocó y Sui. Una noche mágica II


Todo estaba previsto, preparado y pensado. Era un gran reto, una primera vez llena de deseo, impaciencia, expectativa y cierto miedo.

Mis ordenes eran pocas y sencillas .Una vez llegasen, debían cambiarse. Vestirse adecuadamente para mi. Solo una reglas sencillas a cumplir.

Tan pronto recibí el aviso de que ya estaban lista, les ordené que se sirviesen una copa, se pusieran los antifaces y se colocasen una de espaldas a la otra, inmóviles en el centro de la sala.

Se que estaban impacientes por mi llegada, al igual que yo. Por lo que no las hice esperar. Eso si, como deseaba que no pudiesen imaginar mis actos, me acerqué a ellas:

A Cocó: Hola, te conozco y me gustas
A Sui: Hola, no te conozco aún, pero lo haré.

He de reconocer que no pude remediar mirarlas atentamente. Obedientes estaban ambas en el centro, de espaldas una a la otra, con el antifaz y copa en mano. Creando una perfecta armonía de belleza, exotismo, erotismo, deseo y sensualidad. Extraña y magnifica mezcla.

Las dos con el pelo recogido en cola, con un salto de noche negro, medias y tacones. Inmóviles y sin decir palabra. Al pasar junto a ellas noté sus nervios, su impaciencia, que incluso parecía superior a la mía.

Una vez colocado y preparado los objeto que me faltaban, se lo hice saber y me dispuse a disfrutar de su presencia, como me gusta, despacio, sin prisas e intentando parar el tiempo para que no pasase nunca ese extraordinario momento.

Empecé por Cocó. Me encanta su olor, su piel dulce y esa calidez de su cuerpo. Se presentaba espectacular, su magnifico porte, la elegancia que la caracteriza era si cabe, aún más explosiva y apreciable. Hice un pequeño recorrido con la punta de mis dedos por su cuello. Una delicada caricia en su cara y un rápido pasar de uno de mis dedos por su espalada. 

Me encanta saber que no pueden predecir mis movimientos y como se estremecen al notar algo que no esperan.

Me acerqué a Sui. No la conocía en persona. Por causalidad la había visto hacia una hora, por un mínimo instante. No sabía como era, como sentía, como reaccionaría. Me intrigaba como sería, que me diría su cuerpo. Esa extraña contraposición de estar con alguien conocido y alguien completamente desconocido, me excitaba aún más que la propia escena de dos mujeres solo y totalmente dispuestas para mi.

Repetí con exactitud mis anteriores movimientos. Una sensación de alivio y comodidad me invadió al percibir que reaccionaba al igual que Cocó. Se estremecía, mas por la sorpresa que por la caricia.

Es una imagen, la de ambas allí  que difícilmente olvidaré. Dos zorras para mi disposición  con total entrega y deseando de mis atenciones.

Era el momento de pasar a disfrutar un poco mas. Para ello necesitaba olerlas y probar su sabor. Por el mismo ritual, volví a comenzar en Cocó. Me había hecho caso de manera estricta  Nada de perfumes, quería sentir el aroma de su cuerpo al natural. Me resulta tan fácil perderme en ella. Me vuelve loco, como de sensible es su piel y lo fácil que es conseguir que se excite. Pasé mis labios por su cuello, por mínimos instantes y en diferentes sitios sin orden alguno. A cada uno de ellos su cuerpo me regalaba un indiscutible e inevitable señal de deseo. Y eso es algo que me pierde y ella lo sabe, y aún se pone más. 

Llegaba el momento de catar a Sui. No fue tan obediente, pude percibir que se había puesto algún tipo de loción corporal de leve aroma. La primera sorpresa es que no me resultaba extraña. Su tacto, aroma y sabor eran extrañamente familiares.

Les ordené que me diesen las copas, que sostenían estoicamente y que abriesen la boca. En cada una de aquellas deliciosas y provocadoras bocas abiertas coloqué un pequeño pedazo de chocolate casi puro que previamente había llevado a la estancia, sin que ellas pudiesen verlo. Les ordene que lo saboreasen despacio, muy despacio. Yo, mientras tanto me paseaba muy cerca de ellas, rozándolas para desconcertarlas aún más.

Acabado el chocolate, y de nuevo por sorpresa, coloqué en sus bocas una dulce fresa. Quería hacerlas disfrutar del contraste y siguieron mis vueltas alrededor y mis caricias sin orden.

Acabada la fresa las coloqué una al lado de la otra. Que sensación tan extraordinaria tenerlas a ciegas. Se les adivina una especie de intriga, nerviosismo y deseo.

Una al lado de la otra y para cada una de ellas una de mis manos. Movimientos espejos en cada una y reacciones similares. Era inimaginablemente magnífico  Bajando la punta de mis dedos por el tirante del salto de noche, dejé descubierto un pecho a cada una. Esa imagen era extraordinaria  Pechos de semejante medida, tersos, turgentes y empitonados. Cocó es mas clara de piel que Sui, y así sus pezones. Era imposible resistirse a apretarlos con cierta presión. Algo que agradecieron las muy zorras....

jueves, 2 de mayo de 2013

Cocó y Sui. Una noche mágica. I

Preparación:

Una vez elegido el día y hora os dirigiréis al lugar acordado. Como tenéis llaves del mismo, entrareis. Yo no estaré esperando, pero si habré adecuado y dispuesto cuanto necesito.

Es importante que cumpláis durante todo el encuentro unas reglas básicas:

Vestimenta: prohibida la ropa interior, los pantalones, jerséis  ajustados, camisetas etc. Colores negro, blanco, rojo y granate.Obligatorio medias, que no pánties y tacones. Os permito la posibilidad de cambiaros por si no queréis pasear arregladas para mi, por la calle.

Acicalamiento: Pelo recogido en cola o trenza. Maquillaje muy marcado y predominantemente en rojo y negro. Solo unas gotas de perfume. Prefiero sentir vuestro olor natural.

Yo os avisaré antes de ir, habiéndoos dejado tiempo suficiente para que os preparéis. Para ese momento, apagareis todas las luces de la vivienda excepto las del salón que las dejaréis lo más tenues posibles. Con las mascaras puestas os colocareis en el centro de la sala, juntas, de espaldas la una a la otra e inmóviles.

Quiero que permanezcáis así hasta que yo, y de viva voz, os ordene otra cosa. Bajo ningún concepto os podéis mover, oigáis lo que oigáis, sintáis lo que sintáis.

Tenéis totalmente prohibido mientras dure la noche, cruzar las piernas, juntar las rodillas, hablar mientras no se os pregunte. Si tenéis alguna duda llamareis mi atención diciendo :" Mi señor, puedo?". Solo gemiréis cuando se os diga, por caliente o excitadas que esteis.

Y por supuesto, negaros a hacer todo aquello que se me plazca.

Si alguna vez os habéis sentido verdaderas zorras será el momento de demostrármelo, con una incondicional entrega, sin parar en pensar si está bien o mal, si es o no manera de hacer las cosas, o que pasará mañana.

Quiero que logréis olvidar durante esa noche, cualquier concepto preconcebido de relación física. Que os llenéis y explotéis de mil y una nuevas sensaciones. Para ello es imprescindible borrar cualquier pensamiento de pudor o vergüenza.

Sacar de vuestro cuerpo de mujer todo el placer posible, incluso aquel que jamás había salido antes, y que ni siquiera habéis imaginado.

Conseguir mi recompensa, ver como dos zorras arden en placer y me regalan sus orgasmos sin que puedan hacer nada para impedirlo.

Dominar vuestros cuerpos, para que siendo míos, experimenten el sexo como nunca hasta ahora.

Abrir vuestras mente a nuevas sensaciones y......